Hace unos días la tierra del Ratón Mickey, la orca Shamu y el mago Harry Potter dejó de lado la alegría para convertirse en el escenario de una de las peores matanzas sufridas en los Estados Unidos. 
Parecía imposible creer que algo así podía pasar en una ciudad como Orlando, el destino turístico mas visitado de la Florida que en el 2015 recibió, nada más y nada menos, que 66 millones de viajeros. Sin embargo sucedió. 
La alegría y la inocencia fueron vulneradas y dejarán su huella. A partir de este hecho nada volverá a ser igual. 
Las manifestaciones de apoyo a la ciudad de Orlando llegaron de todos los rincones del mundo. Desde la capital canadiense, Ottawa, donde el Primer Ministro Justin Trudeau hizo ondear una bandera del orgullo Gay por primera vez en su historia, hasta la multitud que se reunió en el Soho de Londres para homenajear a las víctimas con dos minutos de silencio y soltando al aire un globo por cada uno de los 49 muertos. Igual lo hicieron saber los gobiernos de Francia, Alemania, Israel, las naciones musulmanas, el territorio palestino, Afganistán, Pakistán Rusia, Tailandia, China, Japón, Australia y Brasil, entre muchas otras naciones, mostrándose contrarias al atentado. 
El cruel asesinato de medio centenar de personas en la discoteca Pulse no sólo no deja de sorprender a los habitantes de Orlando, sino también a todos aquellos que vemos al turismo como un espacio de no violencia. 
Sin embargo organizaciones íntimamente ligadas al turismo como la WTTC, UNWTO, PATA, SKAL, The Caribbean Tourism Organization, la South Pacific Tourism Organizaton, IATA, CLIA, OACI, y el Foro Económico Mundial no hicieron oír su repudio con la rapidez con que deberían haberlo hecho, y eso deja un sabor amargo. 
De allí también el dolor, por el cruel hecho en sí mismo y por el silencio cómplice de tantas organizaciones ligadas directa o indirectamente al turismo mundial. 
El turismo no se merece tanta muestra de ignorancia.