Salta tuvo la fortuna de contar con el apoyo de dos presidentes constitucionales para concretar esta obra maestra de ingeniería: el ramal C-14 que, como sabemos, une nuestra ciudad con Socompa. Esos visionarios fueron el radical Hipólito Yrigoyen y el general Juan Domingo Perón. Los dos hicieron realidad un antiguo deseo que era unir nuestro noroeste con el océano Pacífico. Una iniciativa pensada ya en décadas anteriores y que, como es común en la Argentina, por entonces también debió superar numerosas trabas por los intereses de todo tipo.
El C-14 es un ramal que cruza la Cordillera de los Andes con una elevación máxima de 4.220 metros, la cuarta del mundo, y con una extensión de 570 kilómetros. Una proeza bajo los efectos del mal de altura y los contratiempos que depara la invencible Puna.
Lo concreto es que la obra comenzó en 1921 con el aporte del estado nacional. La conducción técnica estuvo a cargo del ingeniero estadounidense Ricardo Maury. Nueve años después de iniciadas, exactamente el 6 de septiembre de 1930, el presidente Yriyoyen fue destituido por el general salteño José Félix Uriburu, y aquel primer golpe de estado de la historia significó que las obras estuvieran paralizadas durante más de un lustro. Por eso recién en 1936 el trazado de las vías llegó hasta Olacapato.

Cataratas y la Patagonia

Además del Tren de las Nubes, en la Argentina hay al menos otros tres turísticos dignos de mencionar. El primero es el del Fin del Mundo que, como su nombre lo indica, circula en Ushuaia, la ciudad más austral del orbe. Tiene locomotora a vapor, va desde la ciudad hasta la estación del parque, y el pasajero puede observar ríos, cascadas, bosques y montañas que hacen a Tierra del Fuego.
Desde ingeniero Jacobacci, en Río Negro, hasta Esquel, en Chubut, La Trochita es parte de la gran historia de la Patagonia. Debido a este tren nacieron pueblos y ciudades que hoy reviven con el turismo. Los 402 kilómetros del recorrido, con una trocha de apenas 75 centímetros, se hace con legendarias locomotoras a vapor de 1922, todavía en uso. Como alguna vez reprodujo el New York Times, “este es uno de los viajes más singulares del planeta”.
El Tren Ecológico de las Cataratas del Iguazú funciona a gas, su máquina fue construida en Inglaterra bajo estrictas normas ambientales, lleva a 120 pasajeros a lo largo de siete kilómetros, desde la entrada al parque hasta las cercanías de la Garganta del Diablo. El tren está totalmente pintado de verde y se compone de una locomotora que arrastra cuatro vagones con asientos de madera y totalmente abiertos hacia el exterior, para que el viajero esté en contacto directo con la selva. El viaje dura 25 minutos, poco tiempo y demasiada belleza.

 Expreso de Oriente y Tren Azul
Antes de hablar de los famosísimos trenes europeos y africanos, uno no puede olvidarse de los que van desde Cuzco hasta las inigualables ruinas del Machu Picchu. Todos los días desde “el ombligo del mundo” y en apenas 60 minutos, parten tres convoyes hacia las ruinas, dos cubiertos de turistas, y el restante para la gente del lugar. Afuera, a marcha lenta, ya que el tren demora cuatro horas para cubrir los 125 km, uno admira el paisaje que varía paulatinamente, rodeado siempre del impresionante cañón del río Urubamba, que arrastra piedras gigantescas, punto inicial de uno de los afluentes que luego formarán, en la cordillera peruana, el río Amazonas.
Pero sería un pecado olvidar algunos de las singulares formaciones que desde hace más de un siglo, le dieron justificada fama. El más mítico de todos es el Expreso de Oriente, que desde 1883 surca desde París a Estambul pleno de lujo y comodidad, otorgando fama incluso a libros memorables de corte policial, como el “Asesinato en el Expreso de Oriente”, que describiera la legendaria Agatha Christie. Ahora su recorrido se limita a 23 horas desde Venecia a París, pero mostrando todavía el glamour de otras épocas. Apenas una vez al año, al fin del verano boreal, el tren hace el recorrido original hasta Turquía.
Para muchos el Tren Azul es un desconocido, tal vez porque marcha orgulloso por Sudáfrica. El Azul va desde Pretoria, la capital, hasta Ciudad del Cabo, con una tarifa mínima de mil dólares por pasajero. Sus vagones son impecablemente modernos, no es historicista, sino decorado como un hotel flamante, aunque arrastrado por antológicas locomotoras a vapor.

El más largo y el más alto
Este cronista tuvo la oportunidad de cruzar todo Estados Unidos, desde Washington hasta San Francisco. Partí desde el DC e hice una parada en Chicago, la otra gran capital, la de la arquitectura, la metalurgia y los Grandes Lagos. El tramo desde Chicago hasta Denver, Colorado, es el de menor atracción, pero sirve para observar las grandes llanuras con sus enormes sembradíos y los trenes que, desde Los Angeles, distribuyen todo tipo de vehículos, maquinarias, electrónicos y demás artículos con los cuales los chinos inundan al, todavía, país más poderoso de la tierra.
El final es lo más gratificante del viaje: las montañas Rocallosas, con su variedad de colores, formas y caudalosos ríos. El tren en realidad no llega hasta el mismo Pacífico, sino que lo dejará en Auckland, desde donde será trasladado en autobús.
El Transiberiano, aunque no es uno de los convoyes turísticos sino uno normal de pasajeros, se destaca por ser el más largo. Va desde Moscú a Vladivostok, con 9.002 kilómetros de vías. Una de sus variantes, el Transmongoliano, toma otra dirección, por Mongolia, y para llegar a Pekín viaja 9.001 kilómetros en siete días.
Faltaría mucho para contar de los trenes turísticos. En esta apretadísima enumeración no puede dejar de destacarse, por ejemplo, que solamente España tiene diez de este tipo, entre ellos el Al Andalus, que recorre Andalucía, y el Transcantábrico, por la verde Asturias.
Los trenes turísticos gozan de buena salud y les sobran pasajeros que recorren decenas de miles de kilómetros solo para viajar en ellos. Germán Sopeña, ex secretario general de La Nación, que murió muy joven en un accidente aéreo, escribió un libro extraordinario para los amantes de los trenes: “La libertad es un tren”. Toda una definición para quienes pretenden conocer el mundo a travé