La semana pasada se presentó oficialmente al equipo que comandará los destinos del sector turístico porteño en los próximos 4 años a través del Ente de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires.
La impresión que recibimos de los funcionarios en el encuentro fue casi como la aceptación de un mea culpa por los 8 años pasados en materia de desarrollo del sector turístico, y de ahí las buenas nuevas que se escucharon. 
Más allá de la situación macroeconómica mundial, donde los grandes mercados emisores no lograron salir la crisis originada en 2009 -que obligó a modificar pautas de comportamiento de los norteamericanos y europeos, o incluso de nuestros vecinos sudamericanos- la ciudad hizo poco y nada por cautivar a nuevos nichos de mercados de turistas.  
Por si esto fuera poco, los fines de semana largos sólo sirvieron para vaciar de gente a la ciudad de Buenos Aires, desaprovechando una inmejorable posibilidad para motivar al viajero del interior con ofertas gastronómicas o culturales que sí ofrecen otras ciudades en el mundo. 
Por otro lado, salvo intentos aislados del sector privado, la ciudad poco hizo por promocionarse en la región, especulando tal vez con las acciones que el propio Ministerio de Turismo de la Nación - junto con AOCA- realizó a través del INPROTUR para captar más Congresos y Convenciones, algo que finalmente dio sus frutos y la ubicó dentro de las primeras 20 ciudades más elegidas en el segmento MICE.
Como si recién se despertaran de un mal sueño, ocho años después de encaminar la gestión de turismo dentro de cultura, las “nuevas” autoridades del GCBA decidieron traspasar al Ente de Turismo al área de Modernización, incluyéndolo “en un área acorde a su condición de sector productivo estratégico para el desarrollo económico de la ciudad, además de su capacidad de generación de empleo” (SIC).
Nunca es tarde para modificar el rumbo y es de sabios cambiar, lamentablemente para muchos empresarios turísticos porteños este cambio llega a destiempo, y después de muchos cierres, despidos y achicamientos.
Los turistas no van a volver en el corto plazo, no ocuparán las habitaciones vacías, ni las mesas de los restaurantes, y todo porque se tardaron 8 años en descubrir que la cultura es sólo un complemento de un negocio que fortalece el desarrollo económico de las ciudades.