En el norte de Córdoba se encuentra Villa Tulumba, el pueblo nominado como uno de los más bonitos del mundo, junto a otros siete de Argentina, en el concurso Best Tourism Villages, impulsado por la ONU.

Ubicada a 134 kilómetros al norte de la capital de Córdoba, es uno de los pueblos más antiguos y con mayor identidad de la provincia: atesora más de 400 años de historia.

Allí se respira el aire de otras épocas, desde el paso de los antiguos pobladores hasta los conquistadores, con un presente que resguarda el patrimonio cultural y lo refleja en sus calles empedradas, sus farolas, antiguas iglesias y sus casonas de adobe del siglo XVIII y XIX. El centro histórico es, en verdad, una joya arquitectónica y cultural invaluable, al igual que sus historias que viajan de boca en boca.

El pueblo se asienta sobre tierras de los sanavirones. Data de 1675 y tiene sus orígenes en antiguas estancias concedidas como merced a los primeros conquistadores españoles.

Conocé Villa Tulumba: tradiciones y patrimonio en el norte de Córdoba
Conocé Villa Tulumba: tradiciones y patrimonio en el norte de Córdoba

Se fue conformando a partir del año 1585 en la merced de las tierras de Chipitín, actual San José de la Dormida, concedida al escribano Don Juan Nieto, en los terrenos vecinos a la merced de Don Francisco Blásquez, donde quedaría emplazada finalmente Villa Tulumba.

En 1803 fue elevada a villa real por Cédula Real de Carlos IV de España. Es la única villa de Córdoba fundada por real ordenanza.

Durante el siglo XIX fue el centro administrativo, político y militar de todo el norte de Córdoba y era también un importante polo comercial: allí se criaban y engordaban mulas.

El historiador Carlos Alfredo Ferreyra explica que está emplazada en medio de los dos caminos reales: el Camino Real del bajo y el Camino Real del alto, con lo cual la élite dominante tenía control sobre ambas vías que unían el virreinato del Río de la Plata con el del Alto Perú. El Camino Real fue establecido por pedido del rey Carlos III en el siglo XVIII. Se trataba de una red de comunicación que funcionaba en base a postas donde los viajeros podían descansar, alimentarse y realizar el recambio de los animales.

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A 12 kilómetros de Tulumba se encuentra la posta de Intihuasi, de la que solo queda una pared y una reseña histórica. Más allá, a 17 kilómetros, se conserva la posta de Santa Cruz que mantiene su estructura original y se puede visitar. La siguiente posta es la de San Pedro Viejo, ubicada en un predio privado que abre las puertas a los visitantes.

Pasado colonial del pueblo de Córdoba nominada a ser el más lindo del mundo

Villa Tulumba es un refugio del pasado colonial al pie de los cordones serranos, cercano a Jesús María, que mantiene el aspecto de los tiempos de la Independencia.

Se llega por la RN9, para empalmar con la RP16 que une Deán Funes con San José de la Dormida. Tiene 64 manzanas y unos 2.500 habitantes. En 2017 fue declarado como “pueblo auténtico” por parte del Ministerio de Turismo de la Nación y en 2022, como “poblado histórico nacional” por medio de la Comisión Nacional de Monumentos de la Nación.

A Villa Tulumba se la descubre caminando. En el corazón del casco histórico se encuentran las “cuatro esquinas”, un sitio encantador que fue fuente de inspiración de muchos artistas. Continuando por la Calle Real se llega a la casa la familia Reynafé, autores intelectuales del asesinato del caudillo riojano Facundo Quiroga en 1835. Y, poco más allá, en Los Manantiales se conserva la casa de don Guillermo Reynafé, padre de nueve hijos, entre ellos los políticos y militares que pasaron a la historia como responsables de la tragedia de Barranca Yaco.

La Virgen del Rosario en Villa Tulumba, Córdoba

La guía turística Laura López Zambrano cuenta que la formación del pueblo está muy ligada a la Virgen del Rosario y a la religiosidad de los feligreses. Relata que los primeros pobladores fueron los miembros de la familia del portugués Antonio Ataide, quien se encargó de llevar al pueblo, en 1650, la imagen de la Virgen tallada en madera. Se conserva en perfecto estado, original y sin restauración, en la iglesia Nuestra Señora del Rosario. El templo fue construido en 1881 en reemplazo del antiguo levantado en 1700, que hoy está en ruinas, pero tiene gran valor arqueológico.

La iglesia es una de las más bellas de la provincia de Córdoba, que se levantó, en parte, gracias a las donaciones del pueblo. La mandó construir el cura español García Colmena y la piedra fundamental la puso fray Mamerto Esquiú, por entonces obispo de Córdoba.

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López Zambrano cuenta que la imagen de la Virgen comenzó a atraer a los españoles que se instalaron en el lugar y que la vieja capilla pronto quedó chica para la cantidad de fieles que llegaban con sus promesas. Aún hoy, Tulumba recibe a miles de fieles los primeros días de octubre durante las fiestas patronales.

La imagen está vestida y tiene cabello natural, que donan los fieles cada año.

En los muros perimetrales internos de la iglesia se pueden ver coloridas pinturas murales del artista plástico Martín Santiago y el tabernáculo barroco de arte jesuítico del siglo XVII de una sola pieza, de cedro paraguayo pintado en hojas de oro que fue realizado por los guaraníes de las misiones para la Compañía de Jesús en Córdoba.

Después de la expulsión de los jesuitas en 1767, el tabernáculo llegó a la Catedral de Córdoba, pero en 1805, fue llevado a Tulumba.

Junto a la imagen de la Virgen se encuentra un Cristo articulado con rasgos mestizos, que data del 1800. “Cuenta la gente que lo hizo un descendiente de nuestra cultura primitiva, los sanavirones, porque tiene sus rasgos y una herida en el lado izquierdo, cuando todas las imágenes de Jesús la tienen del derecho”, subraya Laura López Zambrano.

Casonas antiguas

Parte de la historia de Tulumba puede leerse en las mayólicas frente a las casonas del casco céntrico. Dos de las viviendas de los siglos XVIII y XIX están abiertas al público. Una, de 1850, es la casa del padre Hernán Benítez, quien fuera el confesor de Eva Perón. La casona resguarda y exhibe documentos que datan de 1603. La otra es la más antigua en pie, de 1750, en la que funciona la Oficina de Cultura y Educación. Tiene características únicas, con paredes de adobe, gruesos muros y techo de cañizo.

Un poco más allá se encuentra el paseo de los inmigrantes, una calle que recuerda a quienes llegaron en distintas épocas, la mayoría europeos y libaneses.

Ya a las afueras, a caballo o en vehículo, se puede llegar al campo de Don Vivas, donde bailara Doña Dominga, según cuenta la chacarera Campo afuera de Carlos Di Fulvio. Allí los visitantes pueden vivir una auténtica peña con comidas tradicionales en medio del monte virgen.

El granadero Márquez

El pueblo honra también al tulumbano José Marquez, uno de los granaderos de San Martín que combatió en la batalla de San Lorenzo. Era uno de 16 granaderos de Córdoba que estuvieron en aquella gesta de 1813. En la plaza hay un busto y pinturas que le rinden homenaje.

En una loma cercana se encuentra el Cristo de los Granaderos. Desde allí se aprecian unas hermosas vistas del pueblo y bellos atardeceres.

En la ermita del cerro, además, se erige un monumento a las madres de los caídos en el combate de San Lorenzo.