De la bancarrota al liderazgo
¿Es la bancarrota una estrategia empresarial? ¿Es posible forzar una situación extrema que ponga en peligro la propia existencia de una compañía con el fin de recurrir a una herramienta legal que permita una fusión que, de otro modo, sería considerada deshonesta, sino ilegítima? Tanto American como Delta se encaminaban hacia el peor de los finales cuando recurrieron a enormes fusiones -no entre sí- que las catapultaron a una situación de privilegio competitivo. Las caídas de American Airlines y Delta Airlines tuvieron un mismo escenario: aumento de precios del combustible, incremento de costos para el mantenimiento en general, la creciente competencia que existía con las aerolíneas pequeñas y la crisis global. Pero esa pérdida constante fue suficiente como para hacer tropezar en grande a American y a Delta.
Del fondo a la cima
Delta Airlines cayó en la bancarrota en el año 2005. No fue especialmente sorpresivo, puesto que en el ámbito empresarial era sabido que la aerolínea necesitaba urgentemente 1.700 millones de dólares para mantener su actividad comercial.
Desde otro ángulo, el impacto del atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas del World Trade Center todavía se hacía sentir, no tanto por el miedo de los pasajeros, sino por las fuertes caídas que la catástrofe había generado en la bolsa de Wall Street, y la complejidad de recuperarse en el contexto económico reinante.
Por otro lado, la imposibilidad de competir con los precios bajísimos que ofrecían las industrias aéreas de bajo coste, terminó por comenzar a desarmar a Delta Airlines: anunciaron el despido de mil trabajadores, la venta de once aeronaves en 190 millones de dólares y la apertura de nuevos destinos fuera de Estados Unidos, para buscar captar un nuevo mercado. Finalmente, se declaró en quiebra el 14 de septiembre.
Delta apeló al denominado “Capítulo once” de la Ley de Quiebras de los Estados Unidos, que protege a las compañías de sus acreedores en situación de deuda grave, y permite una reorganización, siempre y cuando la prioridad sea solventar todos los pagos pendientes que, idealmente, deberían verse disminuidos mediante negociaciones.
Durante esa época, la aerolínea redujo costos, aplicando una fuerte reducción de personal y de flotilla, lo que llevó a Delta Airlines de regreso a la vida económicamente sana en el año 2007. Al año siguiente, los directivos anunciaron la absorción de Northwest Airlines por 3.100 millones de dólares, y un arreglo con los inversores de la aerolínea comprada, que constó en brindarles 1,2 títulos de la nueva empresa por cada acción que poseían de Northwest. Delta mantuvo su nombre y, a partir de la adquisición, pasó a emplear a 75 mil trabajadores, operar 800 aviones, y facturar 35 mil millones de dólares, convirtiéndose en una de las aerolíneas más grandes del mundo.
De la bancarrota a dominar los cielos
Por su parte, American Airlines tuvo las mismas bases de conflicto que Delta, pero se estrelló con mucha más fuerza, el 29 de noviembre de 2011. Ya desde principios de octubre de ese mismo año las especulaciones sobre la suspensión de pagos por parte de la compañía aquejaban al mundo financiero, lo que provocó que sus acciones bajaran un 40%, la mayor caída financiera desde el atentado a las Torres Gemelas.
En el día de la bancarrota, las acciones llegaron a descender un 60 por ciento, y al día siguiente sus títulos abrieron por debajo del dólar. Al igual que Delta, American también recurrió al “Capítulo once”. Aun así, tuvo que despedir a 13 mil empleados de todos los sectores y canceló el arriendo de 24 aeronaves nuevas para modernizar su flota. De todas formas, continuó en números rojos, llegando incluso a cuadruplicar el monto de pérdidas al momento en que se declaró la bancarrota.
Oportunamente, US Airways le ofreció una fusión, que terminó llevándose a cabo y se transformaron, así, en la empresa más grande del mundo, sacando a American de la bancarrota. Así se creó una nueva compañía con más de 100 mil trabajadores, 6700 vuelos diarios, y casi 40 mil millones de dólares de ingresos anuales.
A pesar del reflote final, US Airways y American Airlines enfrentaron una demanda del Gobierno de Estados Unidos por monopolio, que finalmente quedó sin efecto, y permitió así el nacimiento de una aerolínea con una capacidad operativa prácticamente insuperable.
Mismo escenario, mismas resucitación
La empresa Continental Airlines, que terminó fusionándose con United Airlines, experimentó la bancarrota en dos ocasiones, primero en 1983, y luego en 1990.
En la primera apeló al “Capítulo once”, tras no poder arreglar una reducción de sueldos con los sindicatos. Al estar cubierto de las presiones de sus acreedores, Continental reorganizó su esquema, consiguió bajar los salarios de sus empleados, obtuvo 50 millones de dólares en beneficios anuales y, en 1984, salió de la bancarrota.
La quiebra de 1990, en cambio, duró siete años, y se venció gracias a una inversión de 450 millones de dólares de Air Canada, junto a Air Partners y Texas Pacific Group.</d
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