El 5 de enero en la capital peruana, cuando el Rally Dakar partió por primera vez desde las orillas del Océano Pacífico y con un recorrido “muy complicado” desde el arranque, tuvo a 449 pilotos en la línea de largada, pero 147 no pudieron cumplir con el objetivo básico de llegar a la meta.
En cambio, sí lo hicieron 125 pilotos de motos, 91 de autos, 26 de cuatriciclos y 60 de camiones, entre ellos 34 argentinos distribuidos en todas las categorías.
Pese a la menor concurrencia de público que en años anteriores, los pilotos disfrutaron cada metro recorrido hasta el podio y se dieron el lujo de pasear sobre sus autos a mecánicos, esposas e hijos, en lo que tuvo un tinte de ceremonia netamente familiar.
Es por eso que hoy después de lo que fue tal vez el Dakar más duro corrido en Sudamérica, los "gladiadores" quisieron compartir cada momento con sus familiares llegados de lejos y con los mecánicos que posibilitaron que llegaran a la meta.
Fueron 8.570 kilómetros en los que atravesaron el desierto peruano desde el primer día, sus arenas finas, inestables. Una verdadera trampa hasta para los más expertos, en cuya inmensidad perderse es cuestión de girar la cabeza para el lado equivocado.
El Dakar 2013 comenzó con el mayor nivel de dificultad desde que se mudó a estas tierras en el 2009, y tuvo en la mayor parte de su recorrido arena como cuando se corría en el territorio africano que lo vio nacer, pero curiosamente también esta quinta edición sudamericana deparó una otra sorpresa extrema: la lluvia.
Tormentas en Arequipa y en el Norte argentino provocaron crecidas repentinas de ríos que obligaron a acortar dos etapas y catapultaron a esta edición como la más lluviosa de la historia, cuyas imágenes muestran autos con el agua y el barro hasta la ventanilla sin poder pasar al otro lado del río.
“Soy organizador de un Dakar, no de Roland Garros”, se defendió el director del rally, Etienne Lavigne, a la hora de evaluar el infortunio de la lluvia.
El doble cruce de los Andes, la primera vez por el Paso de Jama, a más de 4.900 metros de altura y luego por el de San Francisco a unos 4.700 metros, también pusieron a prueba el estado físico de los pilotos, que este año tuvieron que afrontar etapas más largas y extenuantes que en ediciones anteriores.
Pero también fue esta edición en la que se vio una lucha más abierta en motos, donde hubo cinco ganadores diferentes de etapa y cuatro líderes en la general, que finalmente ganó el francés Cyril Despres (KTM), ahora pentacampeón del rally.
En coches la lucha fue menor y el campeonato quedó para el francés Stéphane Peterhansel, quien ya se adjudicó 11 Rally Dakar, seis en motos y cinco en autos.
Sin bien el podio fue para los MINI del equipo X-RAID, el qatarí Nasser Al Attiyah dio pelea con el debutante Buggy hasta la novena etapa en la que tuvo que abandonar después de los problemas mecánicos derivados tras un choque.
En cambio, su compañero, el campeón español de la especialidad Carlos Sainz, retornado al rally después de un año sabático, abandonó en la quinta etapa tras una participación deslucida.
Aún así, quedó claro que los buggy de tracción trasera, que están en pleno desarrollo, pueden dar más pelea el próximo año, al igual que las Toyota Hilux del OverDrive en la que corre el campeón 2009, Giniel De Villers, y el mendocino Lucio Alvarez.
En cuatriciclos una vez más, el apellido Patronelli volvió a marcar el paso, esta vez con Marcos, quien desde las primeras etapas sacó una diferencia superior a la hora respecto al segundo y ya tenía su segundo Dakar casi asegurado.
Además, otros tres pilotos nacionales estuvieron entre los primeros once, demostrando el predominio local en la categoría.
Fue un Dakar con un “muy buen nivel competitivo”, según el propio Lavigne, y que dejó un positivo balance a la organización aunque también tuvo su tragedia con la muerte del motociclista Thomas Bourgin en el camino de enlace antes de cruzar a Chile, motivo de posteriores investigaciones. 

Fuente: Telam