A las cuatro de la madrugada, después de 20 horas de trabajo, el Costa Concordia, una mole de 17 pisos y 14.000 toneladas, fue puesto de nuevo en vertical y apoyado sobre un fondo artificial construido a 30 metros de profundidad. Los barcos de la isla toscana del Giglio hicieron sonar sus sirenas y los vecinos que habían seguido desde el puerto la lenta rotación de la nave festejaron junto a los responsables del rescate el principio del fin de una pesadilla que comenzó el 13 de enero de 2012. Aquella noche, el capitán Francisco Schettino puso en riesgo la vida de los 3.200 pasajeros y el millar de tripulantes al acercar demasiado el crucero a tierra y encallar sobre las rocas del fondo. Treinta y dos personas murieron y dos continúan desaparecidas.

La difícil búsqueda de sus restos entre el flanco de estribor, visiblemente dañado, es ahora la prioridad de las autoridades. Franco Gabrielli, el jefe de Protección Civil y delegado del Gobierno para el rescate, así lo anunció, después de proclamar, emocionado, justo antes del amanecer: “Lo hemos conseguido. Las maniobras de rotación del Costa Concordia han terminado y la nave ya está apoyada sobre su plataforma". La operación, que ha supuesto por ahora un desembolso de 600 millones de euros –el barco costó 450 millones en 2006--, ha consistido en rotar lentamente la nave, con una inclinación inicial de 65 grados, a razón de unos cuatro grados a la hora, mediante unos gigantescos gatos hidráulicos sumergidos y 26 cables de acero con una fuerza de tiro de 60 toneladas.

Cuando la nave ya había alcanzado prácticamente la verticalidad, se llenaron de agua los cajones de acero –altos como un edificio de siete plantas— que habían sido adheridos en los meses precedentes al flanco de babor. La siguiente fase será la de colocar unos cajones similares en estribor, si bien el ingeniero Sergio Girotto, del consorcio de salvamento Titan Micoperi, ya advirtió ayer que ese costado "está destrozado por el propio peso del barco y por su contacto con las rocas del fondo. Y eso va a complicar la colocación de las cajas que ya están fijadas a babor”. Las gigantescas cajas de acero que ahora sirven para lastrar el buque servirán después para hacerlo flotar. El objetivo último es remolcar la inmensa mole hacia un puerto vecino para ser desguazada. Una operación que, según las previsiones, no se ejecutará hasta la primavera próxima.

Hasta el momento, la rotación de la nave no ha provocado ningún vertido contaminante sobre la isla. “Hemos seguido estrictamente todos los protocolos de seguridad”, explicó Maria Sargentini, la responsable del observatorio ambiental del rescate, “y no creo que el barco se convierta en una bomba ecológica”.

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