Salud y trabajo
Es innegable que la prioridad es la salud, y el no haber tomado medidas para que no se siga extendiendo la gripe A habría sido suicida. A lo mejor si se hubieran tomado medidas con mayor anticipación, o el haber tenido a la opinión pública informada de las medidas para combatirla o prevenirla, habría evitado casos o no habría provocado una psicosis como la que estamos viviendo.
La desinformación o la exagerada información contradictoria (por un lado vemos teatros, cines, lugares de esparcimiento vacíos y por otro canchas repletas de público, con gente abrazándose y apiñadas festejando un triunfo futbolístico) son un gran contrasentido.
Repito que es innegable que la prioridad es la salud, pero el trabajo debemos mantenerlo.
Días atrás en una reunión mantenida con el Presidente del Ente Turístico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Hernán Lombardi, a fin de evaluar los problemas que la epidemia trae aparejado a la actividad turística, Enrique Pichón Riviére expresó como discurso y fue aprobado por todos los presentes “estar convencidos que no estamos acá para tener más pasajeros sino que estamos por el bien común”. Pero es también innegable que debemos mantener el trabajo.
Nuestra actividad viene siendo golpeada por causas internas como el conflicto del campo y la crisis económica mundial, y ahora por la pandemia que padecemos.
Recordemos que directa o indirectamente el turismo da trabajo a 1.500.000 argentinos y muchas veces hemos escuchado que es el 8 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) se extrae del turismo.
También es imposible dejar de reconocer que nuestra actividad es una de las más castigadas de la actualidad que vivimos. Hoteles con bajísima ocupación, restaurantes que cierran, casas de tango con una asistencia bajísima y agentes de viajes desorientados y con unas perspectivas inciertas, son algunas de las características de los sectores de la actividad.
Otras actividades, ante problemas casi terminales como los que estamos viviendo los que estamos relacionados al turismo, han tenido tratamientos especiales como ser declarados en emergencia.
¿Qué pasa en nuestra actividad? ¿No sería el momento de declarar la Emergencia Turística y tomar las medidas que ha tomado Méjico, por ejemplo? ¿No es el momento de suspender el IVA en la actividad hotelera, gastronómica y del transporte turístico, el pago de impuesto a los débitos y créditos bancarios a los agentes de viajes o por lo menos pagarlos como buenos intermediarios por el importe de la comisión y no por toda la operación más los impuestos? ¿No es el momento de la suspensión del pago de los ingresos brutos, la moratoria de las cargas sociales? ¿No es el momento de que aparezcan en escena los créditos blandos o cualquier otra medida que ayude a evitar el cierre de establecimientos y el despido de trabajadores?
En septiembre comienza la alta temporada de turismo extranjero. Con medidas adecuadas y el apoyo estatal se podría dar el mensaje a nuestros visitantes de una Argentina en marcha. A lo mejor con el fin de la epidemia, la concreción de la vacuna y con unos valores más competitivos podríamos revertir la situación.
Pero sin la Emergencia turística (el campo la logró cada vez que sufrió inconvenientes climáticos), creo que va a ser muy difícil remontar esta situación.