Hace pocos días fue “noticia” que 600 pasajeros y tripulantes de un barco de Royal Caribbean habían contraído un virus gastrointestinal “muchas de ellas con vómitos y diarrea”, cancelando espectáculos y escalas.
Esta información dio literalmente la vuelta al mundo creando, básicamente, un clima de dudas acerca de la seguridad de uno de los segmentos de turismo que más ha crecido en estos últimos años.
Buscando aclarar el problema que recurrentemente ataca a la industria de los cruceros nos topamos con esta nota que bien merece ser traducida y reproducida aquí.

“Cuando el crucero se llena de m… literalmente! ¿El culpable? El virus de Norwalk, llamado norovirus”. Por: François Weill. www.tourmag.com

Es así, llega el invierno y con el también llegan a través del mundo las epidemias de gripe, de gastroenteritis y de histeria paranoica sobre este último tema en particular. Como cada año, algunos barcos de cruceros serán alcanzados por ellos.
Algunos ya han atacado, en la zona del Caribe, como al Caribbean Princess de Princess Cruise Lines o al Explorer of the Seas de Royal Caribbean Cruise Lines. Otros les seguirán seguramente.
Porque esto es así, la gastroenteritis se extiende, se infiltra y esparce a cada rincón del mundo bastante rápido ya que cada vez somos más los que compartimos el mismo lugar.
Y como el solo deseo de evitarlo tiende a la higiene y muy especialmente a la limpieza de las manos, es en las escuelas donde los pequeños se llevan permanentemente las manos a la boca, que las epidemias son mucho más visibles, al igual que en las casas de retiro en donde son aún más peligrosas.
Sobre las naves de cruceros, estas epidemias aparecen regularmente. Y las compañías seguramente serán automáticamente culpadas, por los pasajeros afectados, pero también, sobre todo, por una prensa completamente histérica, particularmente en los Estados Unidos, a la que se suman la avidez y la codicia de algunos abogados especializados, obviamente.
¿El culpable? El virus de Norwalk, llamado Norovirus. Lo que nos produce mayor temor es que se haya tratado justamente del “norovirus”, porque ahí se siente el peligro, ya que éste es más terrorífico que una simple “gastroenteritis” la que se siente como una broma entre todos aquellos que no se contagian.
Vamos a ver muy pronto cuando un barco europeo tenga a bordo pasajeros que seguramente contraerán la gastroenteritis cómo los canales de televisión y las revistas se relamerán de felicidad ante el evento. Son ellos los que se encargarán de encontrar los testimonios más terroríficos, las alertas de los especialistas auto proclamados y me quedo corto. Nada más leer lo que han dicho del Explorer  of the Seas como “… todo el mundo decía que era un barco apestado…”; “es una pesadilla viviente”; “… la gente caía como moscas…”, y les ahorro algunos detalles.
No hace falta decir que cuando los pasajeros contraen una gastroenteritis arriba de un barco es muy espectacular porque un barco es un espacio parcialmente cerrado, y como el virus es extremadamente contagioso, la epidemia se expande y se desarrolla muy rápidamente.
Por tanto el pobre Explorer of the Seas acaba de hacerle frente a casi 700 pasajeros juntos que se encontraron sufriendo de diarreas y de vómitos, un efecto inmediato de una de las más importantes epidemias de norovirus desde hace 20 años a bordo de un crucero.   
Y eso a pesar de que Royal Caribbean está entre las empresas que más medidas de higiene toma arriba de sus barcos.

Las reglas de higiene son draconianas
Entonces ¿quién es el responsable?, ¿vamos a acusar a la educación nacional cuando nuestros niños se contagien de una gastroenteritis?
¿Vamos a condenar a todos los hoteles, clubs, etc. donde uno se contagia comúnmente? La falta de higiene es justamente de los otros. Bien, no, no siempre es así.
En lo que concierne a los cruceros, debemos ser claros: ¡No existe lugar de vacaciones más controlado y supervisado que un barco!
Las reglas de higiene, especialmente entre el personal y los equipos que se encargan de la gastronomía son realmente draconianas (severas), y cada nivel jerárquico se encarga de aplicarlas y verificarlas. Las normas son mucho más rígidas que en la mayoría de los hoteles y restaurantes del mundo entero.
Pero un virus, lo sabemos bien, termina por filtrarse. Y la mayor parte del tiempo ya está allí … ya que son los mismos pasajeros los que los llevan involuntariamente con ellos.
Porque los pasajeros no están sujetos a los mismos controles que los equipajes, evidentemente. ¿Quién se lava prolongadamente las manos con agua caliente y jabón, varias veces al día y siempre después de haber pasado por el toilette? No todo el mundo, en todo caso.
Sin embargo es la única forma de luchar contra la propagación de la gastroenteritis y el norovirus que se transmiten esencialmente por el contacto directo.
Pero si al salir del baño abrimos con el picaportes que estuvo antes en contacto con otra persona que no se lavó bien las manos estaremos perdidos. ¿Y los pasamanos del subte; los carritos del supermercado, cualquier barandal del tren o colectivo?
Sobre los barcos de cruceros, tanto en los más pequeños como en los gigantescos, se hacen recordatorios incesantes acerca de la necesidad de lavarse las manos antes de ir a las secciones de comida o restaurantes. Para ello se han instalado por todo el barco, particularmente a la entrada de los restaurantes y de los salones, dispensadores de alcohol en gel o líquidos desinfectantes, que no constituyen una protección suficiente contra los virus pero que agregan una seguridad extra para aquellos que acostumbran lavarse las manos.
Pero todo eso es una mera ilusión: en el Barómetro de Salud del 2010 el Instituto Nacional de Prevención y de Educación para la Salud de Francia indicó que el 40% de los franceses no se lavan las manos sistemáticamente antes de comer. (N de la R: en Argentina no debe ser muy diferente si sólo el 57% de los médicos sigue las recomendaciones de la OMS!).
También es cuestión de mala voluntad: ¿si uno está de vacaciones, cómo nos van a obligar a lavarnos las manos? Uno hace lo que quiere, uno es libre de decidir, aunque después lo pague caro…
Hace algunos años, cuando todavía estaba en Hurtigruten, fui contactado por un oficial de un barco porque una muy buena periodista francesa de un medio audiovisual había hecho un escándalo y se negó a los gritos a usar los distribuidores de líquido desinfectante a la entrada del restaurante, sintiéndose acusada de “sucia” por la compañía…
Eso pasa en todo el mundo… No es sorpresa entonces que a pesar de todos los esfuerzos que realizan las compañías de cruceros el norovirus llegue a filtrarse y a provocar estos estragos. Porque efectivamente causa estragos. Todos los que han padecido aunque sea una vez alguna gastroenteritis saben hasta qué punto esta enfermedad que no es peligrosa es espectacularmente agotadora.
Imaginemos que cientos de personas son afectadas por violentas diarreas, con vómitos incontrolables, a los que se añade un poco de fiebre, una buena deshidratación y toda una serie de malestares más desagradables unos que otros.
El norovirus le puede pudrir las vacaciones. De ahí que la única precaución (indispensable) a tomar antes de que se presente la epidemia es aislar a los pasajeros afectados con la prohibición de salir de sus camarotes (acercándoles la comida a la puerta de su cabina si es que pueden tomar alguna). Este es el único medio de intentar frenar el desarrollo de la epidemia.
Si esta alcanza a más de una decena de personas la nave a menudo debe acortar su crucero y regresar al puerto para desembarcar los pasajeros (si es en los Estados Unidos los abogados lo estarán esperando para ofrecerle sus servicios, por supuesto!).
Enseguida la nave deberá ser desinfectada por entero, de arriba abajo y en cada rincón. Una tarea titánica que por cierto es realizada cada año con mucho éxito.
¿Puede Ud. imaginar los costos y la pérdida de ganancias de las empresas de cruceros? y aún así casi siempre la fuente del virus no puede ser determinada. Evidentemente las compañías habitualmente proponen a los pasajeros afectados un reembolso o descuento por los días perdidos si el barco debió acortar el trayecto de viaje, o una rebaja para un futuro viaje.  
Es decir que las empresas deben mantener a bordo de sus naves reglas de higiene y consignas de comportamiento con las que prácticamente ningún otro tipo de alojamiento turístico puede rivalizar.

Sólo pocas naves al año
Atención: por suerte las epidemias de norovirus, si bien ellas son regulares, no alcanzan a afectar más que a unos pocos barcos cada año en todo el mundo.
Ud. puede enviar tranquilamente a sus pasajeros a bordo de un barco, lo que no le impide indicarles, como en cualquier otro viaje al extranjero, aquellas simples reglas de higiene como lavarse regularmente las manos, lo que le permitirá no contagiarse de alguno de los múltiples leves o serios males a los cuales uno se expone al viajar.
Un poco maloliente, esta crónica, es cierto, pero ella le permitirá tal vez relativizar los juicios perentorios y las acusaciones precipitadas de las cadenas de televisión (que son las campeonas en este tema) porque, un día u otro los pasajeros de un barco de crucero en nuestras regiones terminarán complacientemente acusando a la compañía de haberlos envenenado…
Es necesario ver en la televisión americana a estos pasajeros contando con todo detalle sus eructos, vómitos y diarreas en una atmósfera bien fétida y cargada de acusaciones, de exhibicionismo y de denuncias.
Que lo llamemos norovirus, tourista, gastro, o como sea este tipo de eventos no es divertido. Ni para los pasajeros, ni para la compañía.
Vamos, seamos todos más solidarios y, en este caso sí, lavémonos las manos...

Vale como ejemplo
Entre las prácticas adicionales que las líneas de cruceros emplean para mantener un entorno sano se incluyen: Desinfectar de forma frecuente las superficies de contacto como los pomos de las puertas, las barandillas y los botones de los ascensores. Enviar especialistas en salud pública y también personal médico adicional a los barcos si es necesario. Corregir las prácticas del servicio alimentario si hace falta para incluir personal de servicio en zonas tradicionales de autoservicio como los bufés. Comunicar a todos los pasajeros y a la tripulación prácticas educativas de higiene con las manos y otros métodos para reducir la transmisión de enfermedades. Solicitar a los pasajeros enfermos que se recuperen en sus cabinas hasta que los síntomas disminuyan en un esfuerzo por reducir la propagación de cualquier enfermedad preocupante para la salud pública.