Hace unos meses que Estados Unidos abandonó el acuerdo con Irán para el desarme. Sin embargo, aunque ordenó el embargo de las exportaciones de petróleo, ha concedido prórrogas a estos ocho países (China, India, Turquía, Italia, Grecia, Japón, Taiwán y Corea del Sur) para que continúen comprando crudo de ese país. Fundamentalmente esto afectaba a China, el gran consumidor de petróleo. Y, por supuesto, permitía que Irán pudieran seguir teniendo ingresos económicos.

Sin embargo, en plena Semana Santa, el imprevisible Donald Trump anunció que iba a exigir a esos ocho países que también dejaran de comprar crudo iraní. La consecuencia de la decisión es mala para Irán, pero también lo es para la industria de la aviación porque, al anular un proveedor importante del mercado, el precio del crudo subió a los máximos anuales.

En el caso del consumo de gasolinas para coches, el impacto de las subidas del crudo existe, pero al tener tanta fiscalidad adicional, es menor. En el caso de la aviación, casi libre de impuestos, el impacto de la subida del crudo va directamente a la cuenta de resultados de las aerolíneas.

Ya pueden recordar cómo hace apenas unos días la sería y solvente Lufthansa atribuía sus pérdidas del primer trimestre a los precios del crudo. Pues bien, ahora, con este nuevo incremento, las aerolíneas se aprestan a tener también una primavera durísima, con unos costos desmesurados.

La situación es especialmente delicada para las que van mal como es el caso de Norwegian, por ejemplo, pero también para las que van bien y que utilizan flotas poco eficientes. O para las que están pasando por un bache económico.

Los precios del crudo, como sucede con un mercado libre, ya están en sus máximos desde hace una semana, incluso antes de que se ponga en marcha la medida de Trump, impidiendo las exportaciones de Irán.

Fuente: Preferente.com