La paciencia que se acaba y reglas poco claras
Un funcionario de turismo del Norte Argentino estaba de paseo por Buenos Aires y decidió llevar sus hijos al “renovado Planetario de la Ciudad”, tal como había leído en los medios.
Grande fue su sorpresa al enterarse que la entrada no se podía pagar con tarjeta de crédito y sólo aceptaban efectivo.
Pasada la primera bronca (una familia numerosa necesita unos cuantos billetes que no siempre se llevan encima) se encaminaron a los diferentes atractivos y actividades anunciadas para darse cuenta que casi nada estaba funcionando, con la consiguiente desilusión de los pequeños. ¡Menos mal que pudieron ver la exhibición en el domo!
¡Si no quieren mala publicidad por lo menos avisen antes de pagar la entrada...!
Que los petrodólares son poderosos no hay ninguna duda, y desde Dubai se encargan de demostrarlo a cada momento.
Ahora, en su plan de seguir apabullando con obras faraónicas a los tradicionales destinos turísticos, acaban de inaugurar el hotel más alto del mundo. Se trata del Gevora con 356 metros de altura, superando por algunos metros a un hotel vecino, el JW Marriott Marquis de 333 metros.
El mencionado establecimiento dispone de cuatro restaurantes, un spa de lujo, un gimnasio y una piscina, que por supuesto, también figura como “la más alta del mundo” a la que se llega en 38 segundos desde la Planta Baja
¿Hasta dónde pensarán llegar con sus récords estos muchachos?
Durante una charla de café entre varios empresarios gastronómicos porteños surgió el tema de la falta de control en materia de seguridad e higiene sobre los Food Trucks, y lo comparaban con las permanentes inspecciones que el gobierno de la Ciudad realiza en los establecimientos tradicionales, en donde nó sólo están alcanzados por más impuestos y gastos que los camioncitos, sino que reciben fuertes multas por no entregar factura o ticket, otra exigencia que al parecer tampoco rige en los mencionados Food Trucks. ¿Y si aplicamos las mismas reglas de juego para todos?
Una valija perdida es una molestia para cualquier pasajero de una linea aérea, más si se trata del viaje de ida a disfrutar de las vacaciones, cuando se busca descansar y no estar haciendo trámites, reclamos y presentar quejas ante la empresa, además de gastar plata extra que no se había previsto para comprar ropa, calzados, etc. que quedaron en la dichosa valija.
Pero si esa es una contingencia a la que todos los que viajamos estamos expuestos no debería ser normal el que la empresa en cuestión no responda de ninguna manera (al cierre de la edición ya habían pasado 12 días del suceso) salvo por un twitter donde le piden tenga “paciencia” y que comprenden la situación por la que está pasando. ¿La competencia que está llegando al país no los pone un poco nerviosos ni los inquieta para brindar un mejor servicio? Cuidado: los grandes también se caen...