Más allá de los atractivos naturales, la flora y la fauna de esta área protegida se caracterizan por haber desarrollado adaptaciones conjuntas con el ambiente para sobrevivir en condiciones extremas. Meses con pocas horas de luz y bajas temperaturas dan lugar a veranos ventosos y algo soleados, con atardeceres que se disfrutan hasta casi la medianoche.
Es por eso que esta singular biodiversidad es uno de los principales atractivos para los visitantes que buscan una experiencia diferente: el turismo de observación. Dentro de este nuevo concepto de descubrir y explorar un destino, el avistaje de aves es sin duda un claro ejemplo.
El Parque Nacional Los Glaciares fue creado en 1937 y declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1981. Hace ya casi diez años se lo incluyó en la lista de Áreas Importantes para la Conservación de las Aves (AICAs o IBAs por sus siglas en inglés – Important Bird Areas), por ser hogar de más de 140 especies de aves. Identificar y proteger esta red de AICAs en todo el mundo promueve y garantiza la conservación no sólo de las aves que en ellas habitan, sino de todas las demás especies de flora y fauna que con ellas se relacionan.
Algunas de estas especies de aves son consideradas de valor especial por su importancia para la conservación, y junto con otras especies emblemáticas son el objetivo de observadores amateurs y ornitólogos que llegan a estas latitudes para apreciar su belleza y diversidad.
Sin duda el cóndor andino (Vultur gryphus) es el ave más representativa de los Andes. Con una distribución general en los Andes de América Latina, su situación poblacional es crítica en Venezuela y Colombia y amenazada en Ecuador, Perú y Bolivia. En Argentina y Chile las poblaciones se encuentran en mejor situación, aunque es en las montañas de la Patagonia Sur donde su observación es más probable, con avistajes diarios en el área de El Chaltén. Sus casi tres metros de envergadura alar lo convierten en el rey de los cielos al observarlos planear en busca de carroña de la que se alimenta, siendo así los limpiadores naturales de los ecosistemas.
Además del cóndor, otro maestro del vuelo es el águila mora (Geranoaetus melanoleucus), cazadora por excelencia de áreas abiertas de estepa, matorrales y bosques. Junto con las otras aves de presa como aguiluchos, gavilanes, caranchos, halcones y lechuzas, son los controladores de plagas más eficientes entre los alados. Sus habilidades para el vuelo potente y a veces acrobático pueden apreciarse desde casi cualquier sendero de la zona.
En la inmensidad de la estepa es bastante común encontrar al choique (Rhea pennata), el pariente más pequeño del ñandú de las pampas. No puede volar, pero es un hábil corredor y sus largas patas y cuello le permiten divisar y escapar de sus predadores.
Aunque el clima de El Chaltén dista mucho de ser tropical, cualquier visitante alerta podrá percibir el bullicioso grito de las cachañas (Enicognathus ferrugineus), los representantes más australes de la familia de los loros y cotorras, que en los bosques andino patagónicos hallan su mejor refugio.
El personaje más famoso de los bosques del sur es seguramente el carpintero gigante (Campephilus magellanicus). Siendo uno de los pájaros carpinteros más grandes del mundo, el macho se distingue por su cabeza de color rojo, mientras que en las hembras el copete es totalmente negro. Son excelentes trepadores y con su fuerte pico taladran agujeros en los troncos de lengas y ñires en busca de larvas. Sus inconfundibles gritos son fácilmente distinguibles e invitan a cualquier caminante atento a descubrirlos y maravillarse con sus adaptaciones a este frágil ambiente.
Entre la amplia variedad de patos y gansos que albergan los cursos de agua de nuestra área protegida, el más buscado es el pato de los torrentes (Merganetta armata). Esta especie vive en varios ríos correntosos del área y es una de las “vedettes” para observadores de aves y naturalistas.
Son muchos aún los valores por descubrir en la inmensidad de Santa Cruz. Tal vez en la zona norte del Parque Nacional Los Glaciares, con El Chaltén como “campo base”, los amantes de la naturaleza y observadores de aves encuentren una combinación única de paisajes, flora y fauna que expresen el más puro espíritu de la Patagonia Sur.