Las vacaciones de invierno en la provincia de La Rioja es una propuesta cálida para alejarse de la ciudad y sumergirse en un territorio donde el sonido que prevalece es el silencio.  
Alguna vez habitado por los diaguitas ofrece desde su ciudad capital, un conjunto de atractivos circuitos turísticos que permiten el encuentro con un pasado milenario: el Pucará de Hualco, la zona de “La Costa”, con su nuevo circuito de bodegas artesanales, Huayrapuca con sus secretos de la nuez,  El Barreal escenario perfecto para la práctica de deportes de aventura, la clásica Famatina y la joyita de la provincia: el majestuoso Parque Nacional Talampaya.
A 150 kilómetros al norte de la ciudad capital y por la ruta 75, descansan pueblos sumergidos en el silencio. La Costa riojana, al pie de las Sierras de Velasco está conformada por una cadena de pueblos, de menos de ochocientos habitantes, rodeados de pinos, nogales y álamos. Aquí, los pequeños productores vitivinícolas idearon un nuevo circuito de vinos artesanales, que involucra a ocho establecimientos situados  en Sanagasta, Huaco, Agua Blanca, Aminga, Anillaco, Los Molinos, Anjullón, San Pedro y Santa Vera Cruz. Ellos son los responsables de la elaboración de vinos caseros que hacen con “muy buenas manos”: varietales como Malbec "casero"; Torrontés blanco y vinos dulces como "añejo" cocido, que se valen de las técnicas ancestrales y hacen de su labor una experiencia para compartir.
La zona de El Barreal es uno de los mejores lugares del mundo para practicar deportes de viento como carrovelismo o kitebuggy, de la mano de vientos constantes que superan los 50 kilómetros por hora, que sumados a la magnitud de la superficie se alcanzan grandes velocidades.
La excursión hacia las ruinas del Pucará de Hualco, en el departamento de San Blas de los Sauces, es una caminata intensa hacia el pasado; durante el trayecto se observan vestigios de las pircas que conformaban las viviendas; de las 300 existentes en los tiempos de gloria se recuperaron hasta ahora 150.  
Al borde de las sierras del Famatina se ubica Huayrapuca o ‘”Viento Colorado del Zonda”.  Este es un reciente emprendimiento turístico productivo que cuenta con alojamiento y donde el visitante puede degustar exquisitos platos gourmet, todos con un toque de nuez, realizar paseos por la finca y cabalgatas. Esta es una región nogalera por excelencia por su óptima ubicación a 1700 msnm, que combina frío necesario, muy baja humedad, abundante sol y gran amplitud térmica que redundan en un fruto de inigualable calidad. También se producen exquisitos tomates deshidratados.
Famatina es un destino tradicional dentro de las fronteras riojanas. El dormido cable carril ‘La Mejicana’ es el testimonio más cabal de la fiebre por el metal precioso. A lo largo de las  nueve estaciones, esta obra de principios de siglo XX ascendía a más de 4 mil metros hasta los socavones en lo alto del nevado.  
Sin dudas, la imagen emblemática de La Rioja es el cañón de Talampaya. Aquí, donde el  tiempo dejó su huella y la erosión un legado de figuras que parecen talladas a mano, se alberga un verdadero tesoro de belleza e historia. A pie, en bicicleta, bajo un cielo azul profundo o el resplandor de la luna llena, cualquiera de las originales propuestas son aptas para conocer los vestigios de un remoto mundo perdido. El “Gran Cañón”, “Ciudad Perdida” y “Circuito Arco Iris” son los nombres de los paisajes que forman parte de un territorio de  215 hectáreas separadas solamente por la línea imaginaria que marcan los mapas turísticos. Recorrer esta árida geografía es en sí misma una aventura. Transitarla en su totalidad demanda tres días. Todas las excursiones se realizan con guías y acompañados por guarda-parques.
El Cañón Arco Iris es bastante diferente a los demás y es otra de las nuevas opciones del Parque. Dentro del universo de este desfiladero se alza un escenario de enormes formaciones ocres, rojas, verdes y blancas, que dejan perplejo al visitante. Las formaciones geológicas de la sierra de Paganzo señalan perfectamente cómo se fue formando la Tierra durante millones de años. Se ven cuevas, pasadizos y enormes rocas que penden en el aire y parecen a punto de caer.
Ciudad Perdida es el circuito más extenso del parque. La recorrida dura 4 horas y comienza avanzando por el lecho seco del Río Gualo. En una caminata sorteando dunas y pampas se llega a un mirador natural. Allí, una impresionante depresión de 3 kilómetros de extensión con fantásticas formaciones en su interior se despliega con esplendor. Se trata de una depresión del terreno de 70 metros de profundidad a la cual se desciende para recorrer sus interminables laberintos diseñados por las corrientes de agua. Entre los tesoros escondidos en la Ciudad Perdida hay una pirámide casi perfecta llamada Mogote Negro y finalmente un gran anfiteatro natural de 80 metros de profundidad excavado por la erosión. 
El extremo sur riojano es el albergue de docenas de cóndores que custodian el cielo. La Quebrada del Cóndor es un destino oculto que sorprende a quien quiera descubrirlo. A 180 kilómetros de la capital provincial esta geografía remota es la morada de 150 cóndores que planean cerca, muy cerca, de los visitantes. Desde el paraje Tama hay que partir hasta Sierra de los Quinteros y desde ahí, luego de una cabalgata de un par de horas, se alcanza el peñón rocoso que oficia de mirador para los dueños del lugar. Si la estadía es de tres días se puede combinar con un paseo a las pinturas rupestres y con la pesca de truchas en piletones naturales de agua cristalina.