Por Aldo Elías. Presidente de la Cámara Argentina de Turismo 

Indudablemente la realización de un evento de trascendencia global como el encuentro de los presidentes del G20 en Buenos Aires nos genera algunas reflexiones acerca de lo que pudo, o podrá, significar para el turismo nacional. 

Para la mayoría de la hotelería cinco estrellas de lujo de la Ciudad de Buenos Aires, los elegidos para albergar a los mandatarios y a sus delegaciones, la cumbre del G20 fue muy positiva. Aunque fue por un espacio de tiempo muy corto, tuvieron una ocupación plena y a una muy buena tarifa. En términos reales, fue un buen negocio y ya. 

Ahora bien, dada su extensión, no es una situación que vaya a definir nada en lo inmediato, ni mucho menos. De hecho, no salva el mes, para decirlo en castellano. Mucho menos en diciembre, que entre feriados, fiestas y otras cosas, en este tipo de hoteles, los corporativos, prácticamente desaparece la demanda.   

De esta manera, no es el aspecto económico lo que marca el camino hacia un horizonte promisorio, por lo menos en lo que respecta al turismo y a lo que fue la cumbre del G20. No. En realidad, pasa por, en un contexto económico y social desfavorable, haber realizado un encuentro con los líderes más importantes del mundo y que haya salido perfecto. Que no hayamos tenido ni un solo episodio de violencia, y que se hayan podido lucir tanto la gastronomía, como la hotelería y la cultural local, cuestiones que siempre nos caracterizaron, nos llena de orgullo. 

Es así que, la gran ganancia que veo en ese aspecto, pasa porque los principales representante políticos del mundo se dieron cita en Buenos Aires, y vivieron lo que vivieron. Las perspectivas apuntan a que esto nos abrirá las fronteras a cada vez más turistas de estos destinos. No tengo dudas.

La capacidad está. La oferta igual. También la incertidumbre política-económica-social existe. Es válida y real. Aunque de a poco el país empezó a superar esta gran crisis que hemos atravesado en los últimos meses. 

Comienza a verse un ordenamiento diferente, pese a que por momentos tengo la impresión de que retrocedimos algunos casilleros, por culpa de una inflación muy alta. Hay que remarla, nuevamente.

A partir del verano, me da la sensación de que estamos en condiciones de tener un buen año en materia de turismo receptivo. Habrá mucho interés por parte del extranjero por visitarnos, y las cosas están dadas para que podamos recibirlo como corresponda. 

No podemos pretender que en dos o tres años se puedan solucionar 70, 80 ó 90 de desajustes. Lo mismo se aplica para el turismo, aunque llegó para ser una política de Estado, y se percibe desde hace tres año por lo menos. 

Tampoco es algo que podamos pedir ya desde el sector privado, ni que los que nos gobiernan entiendan y dimensionen a ojos cerrados la importancia que tiene la actividad. Es todo un trabajo. Habría que considerar este tiempo como una etapa formativa, de aprendizaje. 

Lo primordial en este momento es abrirles los ojos, mostrarles la relevancia de la industria, explicarles por qué y para qué existe. Cuál es su significado. Que el oyente o espectador lo compre, lo descubra, se asombre. De ahí en adelante empezará el recorrido de considerar al turismo como una política de Estado. Por lo pronto, vamos por buen camino. 

Por ahora, me da la impresión que se está haciendo muchísimo más de lo que se hacía antes al respecto. Hoy el turismo tiene un nombre. No en vano el Presidente de la Nación se encarga de repetirlo sistemáticamente. Logró tomar contacto con lo que significa la actividad en términos de generación de puestos de trabajo, en ingreso de divisas. Está consciente de que esta industria es una de las que va a llevar al país hacia un estadio socioeconómico diferente. 

Nosotros decimos que turismo es la actividad transversal, y muchos lo empiezan a entender recién ahora. Por eso, debería tener un vínculo más fluido con todos los ministerios que el que naturalmente tiene.