La invasión de turistas a Miami
Ya hemos visto la misma película antes, y no terminó bien. Los economistas dicen que esta vez es diferente, pero admiten que es posible que la historia nuevamente no tenga un final feliz.
Tal como ocurrió a principios de la década de 1990, cuando los turistas sudamericanos eran conocidos como “dame dos” entre los comerciantes de Miami, porque solían comprar dos artículos de cada cosa, se está viendo un enorme aumento de turistas brasileños, argentinos y de otros países latinoamericanos en la Florida.
Según el Centro de Convenciones y Visitantes del Gran Miami, el turismo proveniente de Brasil ha aumentado un 15 por ciento durante los primeros seis meses de este año, mientras los visitantes procedentes de Argentina y de Colombia han aumentado un 10 por ciento. En los últimos tres meses, el aumento ha sido aún mayor, según otras fuentes de la industria turística.
Se puede ver a los turistas cargando pesadas bolsas de compras en Lincoln Road, o en los centros comerciales de Dadeland y Aventura, o haciendo fila en empresas inmobiliarias para preguntar precios de los condominios que se venden a precio de liquidación por la crisis inmobiliaria estadounidense.
Un asombroso porcentaje del 80 por ciento de los apartamentos vendidos en el centro de Miami este año han sido adquiridos por extranjeros, dice Jenny Huertas, de Condo Vultures, una empresa de bienes raíces que publica estadísticas de ventas inmobiliarias en la ciudad. Si los precios de los apartamentos en Miami no han caído aún más, es gracias a los brasileños, los venezolanos, los argentinos y otros compradores extranjeros, me dijo Huertas.
La razón de esta última avalancha de visitantes latinoamericanos a Miami es clara: casi todas las monedas latinoamericanas se han vuelto más fuertes, y el dólar estadounidense se ha hecho más débil.
Muchos brasileños vienen a Miami en salidas de fin de semana –el centro comercial de Aventura me dice que ha visto un 30 por ciento de aumento de visitantes brasileños durante los primeros seis meses del año– porque les resulta mucho más barato comprar aquí que en su país.
El problema es que algunas de las crisis financieras latinoamericanas más recientes han sido precedidas por años de valorización de la moneda. Antes de los colapsos financieros de 1995 en México, 1998 en Brasil y Colombia, y 2001 en Argentina, las monedas de esos países se habían fortalecido excesivamente.
¿Estamos ante otra burbuja financiera destinada a estallar?, le pregunté a varios economistas esta semana. Me respondieron que la mayoría de los países latinoamericanos son ahora más resistentes a los shocks externos de lo que eran en la década de 1990, porque están manejando sus economías de manera más responsable.
Además, hay un nuevo factor que los favorece, especialmente en Sudamérica: la aparición de China como masivo comprador de las exportaciones de materias primas latinoamericanas.
Pero los economistas también advierten que si los países de la región permiten que sus monedas se valoricen demasiado, cada vez les resultará más difícil exportar –especialmente productos que no sean materias primas–, porque sus bienes serán demasiado caros para el resto del mundo.
Cuando las monedas son demasiado fuertes, eso suele perjudicar a las exportaciones, dice Eduardo Lora, jefe de economistas del Banco Interamericano de Desarrollo en Washington D.C. Si las exportaciones caen, hay un deterioro en la calidad del empleo en los sectores que exportan, y mucha gente que queda desempleada pasa al sector informal de la economía”.
Mi opinión: deberíamos celebrar el crecimiento económico de casi todos los países latinoamericanos, y reconocer que en los últimos años han sido más responsables que Washington en el ámbito financiero. Pero podríamos ver nuevas crisis financieras en la región si los países no se apuran a diversificar sus exportaciones y producir nuevos y mejores productos para vender en el extranjero.
Para lograrlo, los países deberían invertir más –y de manera más inteligente– en innovación y educación, algo que en general no están haciendo. Como ejemplo, todos los países latinoamericanos juntos representan menos del 2 por ciento de las inversiones mundiales destinadas a investigación y desarrollo de nuevos productos, según cifras de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana (RICYT).
Si los países de la región le dieran un fuerte impulso a la innovación, la ciencia, la tecnología y la educación, y sumaran ese esfuerzo a las actuales políticas económicas responsables de la mayoría de ellos, todos podríamos respirar más aliviados. Y podríamos seguir viendo a los turistas latinoamericanos llegar a Miami d