Siendo especialista en Cuba, ¿cómo definiría al argentino que viaja al destino?

El argentino es un turista que, además del sol y playa tan tradicional en todo destino del Caribe, busca algo más. Cuba tiene los aditamentos socio-políticos que lo vuelven muy atractivo. De hecho, el año pasado fueron alrededor de 60 mil argentinos. 

A nivel macro, es un buen número. Pero en lo micro, ¿qué objetivos se plantean? 

Nosotros nos trazamos planes y metas. Desde nuestra casa matriz, que está en La Habana, nos proponen un número de pasajeros cada año teniendo en cuenta lo sucedido en temporadas anteriores y la situación económica actual. En este caso, la cifra ronda los 8 mil pasajeros para todo el 2016, y no es algo inalcanzable, es más, creo que los vamos a superar, aunque en el mercado los competidores son muchos.  

Y en el plano regional, ¿qué lugar ocupa el mercado argentino para Cuba?

Es uno de los más importantes, sin dudas. Y esto no es algo que los proveedores desconozcan. Otra cosa que entienden y asimilan, es nuestra situación de electrocardiograma, que sube y baja. Nos comprenden y nos ayudan, hasta donde pueden. Porque yo te puedo dar una tarifa más accesible, pero no en contra de mis propios costos. Puedo tratar de vender más y de ganar menos, pero no puedo dejar de ganar, ya que atrás tengo que sostener la estructura montada en pos de la venta. Hay que buscar un equilibrio, algo complicado, que nosotros hemos conseguir. 

O sea, fue un primer semestre favorable. 

Ha sido un año difícil, pero estamos dentro de los parámetros planificados, y esto en parte es gracias al arrastre del 2015. Como todos, siempre queremos tener un poco más. También hay una realidad: ahora administrativamente estamos un poco más libres para operar, pero cayó la demanda. Es paradójico. 

¿Cuáles son las perspectivas para lo que resta del año?

Positivas, siempre son así. Tratamos de ser lo más positivos posible y, en vez de preocuparnos, ocuparnos en poder desarrollar un producto que esté al alcance de la gente, que sea y resulte atractivo. No dudo que el segundo semestre será complicado, y sobre todo para el producto que comercializamos.

¿Pero está proyección la hace en base a los recientes aumentos de tarifas, por ejemplo?

Creo que pasa más por una cuestión de previsionalidad. Porque el que anteriormente tenía la opción de viajar, hoy lo piensa, comienza a preocuparse, por las tarifas, por la incertidumbre de no saber si podrá conservar su empleo. Generalmente, una de las variables más fáciles de cortar es el ocio, dentro de éste los viajes y, en mayor medida, los del exterior. Esto último es lógico, ya que demandan otro tipo de gastos, más abultados. 

¿Cómo atacan esa falta de previsibilidad?

Buscamos oxigenar el producto. Una manera es por medio de las tarifas. Sin embargo, cuando se trata de un vuelo al exterior, hay un gasto ineludible que es el avión. Porque vos podés trabajar por el costo, pero ¿por cuánto?

¿Cuáles fueron los años de bonanza? 

Entre el 2012, 2013 se vendió muchísimo. Después apareció el impuesto del 20 por ciento, pero el mercado se recuperó; pero más adelante lo subieron al 35. También sucedió la avalancha de compras anticipadas, producto del dólar a 9 pesos. Hay algo claro: teníamos muchos problemas, como la posibilidad de transferir dinero, pero quedaba soslayada por la excesiva demanda. 

Y ahora, ¿cómo definiría el tipo venta?

Es más urgente, más sobre la hora. No es tan planificada, mucho menos a futuro, como ocurría antes