A veces los negocios de las aerolíneas pasan por situaciones comprometidas que los obligan a tomar decisiones más o menos cruentas de las que pueden salir airosos o los lleva a su lamentable desaparición. Ejemplos en los dos casos hay muchos. Pero que una de esas situaciones de ajuste provoque una reacción extemporánea, como la que se produjo la semana pasada con directivos de Air France en París, pocas veces se han visto reflejadas en las tapas de los principales medios de prensa del mundo entero. 
La situación de Air France-KLM no es nueva ya que viene en un tira y afloje con algunos de sus gremios más combativos, especialmente los pilotos, que protagonizaron la huelga más larga de la historia de la compañía, una protesta que duró 14 días el año pasado y que provocó pérdidas millonarias a la empresa. Ahora todo se repite.  

El anuncio de la bronca
La crónica de los sucesos indica que la empresa anunció el recorte de empleados, suspensión de rutas de largo radio y aplazamiento de inversiones desde ahora hasta el 2017.
El duro plan de ajuste significa que 2900 empleados perderán sus puestos de trabajo, mientras que el 10% de las rutas no rentables serán eliminadas. Según la misma empresa  estas duras medidas se tomaron “luego de que no se haya logrado ningún acuerdo con los sindicatos tras meses de diálogo”.  
La compañía había confirmado a los sindicatos que prescindirá de 300 pilotos, 900 auxiliares de vuelo y 1.700 miembros del personal de tierra, enmarcado en un plan de reducción de actividad para aumentar la productividad del grupo Air France-KLM.
De hecho, el grupo francoholandés alega que esta reducción de costos le permitirá volver a beneficios en el presente ejercicio. Los recortes adicionales serán el plus que le falta a la compañía nacional gala para conseguir fondos para inversiones y poder competir con las aerolíneas de bajo costo y las tres grandes del Golfo.
El plan prevé la salida de 14 aviones de la flota, entre ellos los Airbus A340 ya pedidos, así como el retraso de las entregas de los modelos Boeing 787, que se debían entregar en noviembre. En una segunda fase, el conglomerado reducirá 37 frecuencias y cerrará cinco rutas en 2018. 

La reacción
Varios directivos de la compañía aérea fueron agredidos por trabajadores de Air France el lunes de la semana pasada tras confirmarse que la aerolínea despedirá a 2.900 empleos. Los agredidos fueron el vicepresidente y director de Recursos Humanos, Xavier Broseta, a quien arrancaron la camisa mientras dejaba la sede central de la compañía aérea francesa en el aeropuerto de París-Charles de Gaulle y al que tuvieron que ayudar a saltar un cercado de alambre; mientras que Pierre Plisonnier, director de Air France, a quien los manifestantes le arrancaron el saco y la camisa, se encontraba en el aeropuerto de París-Orly. 
Los empleados habían convocado una jornada de huelga coincidiendo con una reunión entre la cúpula del grupo y los sindicatos. Un grupo de ellos persiguió al director general de la aerolínea, Frederic Gaguey, que si bien consiguió huir de la turba, el responsable de Recursos Humanos fue alcanzado y agredido. 
“Lo que hemos visto esta mañana no es la imagen de los empleados de la empresa”, se lamentaba Xavier Brosseta, quien fue el protagonista de una de las imágenes más impactantes del asalto, ya que para poder huir ha tenido que saltar una alambrada con la camisa hecha jirones.
A través de un comunicado difundido a los medios, la compañía ha asegurado que “estos ataques han sido realizados por individuos aislados y particularmente violentos” y que la manifestación del personal en huelga se estaba desarrollando con calma, al margen de estos incidentes, además han condenado este “asalto físico” y han anunciado que emprenderán acciones legales contra los responsables por “violencia agravada