Vivimos un asombroso período de innovación. Logramos cosas que ni el más loco de nuestros antecesores hubiese soñado. Lanzamos, por ejemplo, hombres y mujeres al espacio infinito en lo que fue la mayor conquista humana. Extraño es, sin embargo, que la mayor parte de la humanidad nunca haya podido experimentar eso. Virgin Galactic llegó para cambiarlo". Así comienza el discurso de la empresa que representa el paradigma más actualizado del sueño americano, y que aglutina algunos de los conceptos más fuertes de estos tiempos: progreso, conquista, ciencia y libertad. Y se construye sobre la promesa más incumplida de la modernidad: la igualdad de posibilidades. Desde el anuncio de su fundación en 2005, la compañía asegura que su principal fin será construir una flota comercial de naves espaciales de acceso masivo. Aunque la noticia parece obedecer más a un texto de ciencia-ficción que a un género periodístico, el carismático millonario Richard Branson, fundador del proyecto, está abocado a cambiar la concepción de lo verosímil del planeta entero. No es la primera vez que lo hace.

Sueños de un visionario
Richard Branson es un empresario inglés que saltó a la fama mundial con su primer gran emprendimiento, Virgin Records. Durante la década del ‘90, esta empresa era el sueño de los amantes de la música, una tienda en la que se podían conseguir los discos más insólitos a precios preferenciales. Pero, aunque encarnaba la figura del empresario exitoso, Branson no era feliz. Y entró en una profunda crisis personal cuando se dio cuenta de que su gran capacidad de hacer dinero no era más que eso, y no dejaba ninguna marca en la historia del planeta. En ese momento decidió poner su capital al servicio de la investigación rentable. Lanzó varias compañías que reflejaban su deseo, como una distribuidora de combustibles no contaminantes, un banco de almacenamiento de información genética y una empresa de medicina que contempla tratamientos homeopáticos y alternativos. También anunció un premio de 25 millones de dólares para inventores que le revelaran proyectos que cambiaran el planeta y se propuso liderar una nueva manera de hacer negocios. En el medio, a modo de hobby, se lanzó a aventuras insospechadas como cruzar el planeta de maneras insólitas. En 2003, viajó de Japón a Canadá en globo aéreo y entró al Guinness. Un año después, convencido de su nueva dirección, decidió emprender la conquista comercial de uno de los terrenos más desconocidos para la humanidad: el espacio.

El primer Espaciopuerto
El lugar elegido para construir el primer spaceport, cuya traducción sería "espaciopuerto" fue Nuevo México. Esa zona de Estados Unidos fue elegida por tratarse de un espacio aéreo restringido, sin tráfico de vuelos comerciales. También fue seleccionada por lo ideal de sus condiciones meteorológicas: sol, buen clima y cielos claros y despejados. La tercera razón de esta elección fue que la altura de Nuevo México permite un ahorro en combustibles a la hora de los lanzamientos. Y lo más importante: la gobernación del estado vio el enorme potencial que podría tener el emprendimiento en la economía regional.
El 12 de octubre de 2010 en esos cielos, la nave Virgin Space Ship (VSS) realizó un vuelo que hizo historia. No era la primera vez que este espectacular híbrido entre avión y nave espacial construido por Burt Rutan, uno de los grandes y más originales ingenieros aeronáuticos, levantaba vuelo frente a los ojos llenos de lágrimas de Branson y su equipo. Pero sí fue la primera vez que partió llevando tripulantes a bordo. No se trató de turistas sino de técnicos especializados en altísimas alturas con entrenamiento en la NASA comandados por Pete Siebold y Mike Alsbury. El inolvidable viaje duró tres horas.
Todo funcionó a la perfección. La nave nodriza, bautizada "White Knight" ("Caballero Blanco") transportó a la VSS a 15 kilómetros de altura. Desde ahí se desacopló y la despidió a mayor velocidad. La VSS superó los 110.000 metros de altura que hacen a la atmósfera terrestre en sólo 20 minutos, a una velocidad de 4.000 kilómetros por hora. A sus tripulantes les tomó menos de media hora experimentar la ausencia de gravedad y comenzar a ver el planeta desde el espacio exterior. Durante varias horas observaron la Tierra desde todos sus ángulos luciendo un color celeste rabioso y flotando en la inmensidad de ese espacio que sólo se conoce a través de películas. La travesía en total duró tres horas y el aterrizaje fue leído como un gran avance en cuanto a seguridad. Antes de ofrecer viajes espaciales turísticos, Virgin Galactic debe asegurarse de que sus naves pasen todo tipo de pruebas hasta que la probabilidad de enfrentarse a accidentes sea tan pequeña como la de los aviones comunes.

Desde Argentina
A partir de octubre de 2010 cada vuelo exitoso comenzó a considerarse como parte de la cuenta regresiva para la apertura del circuito de vuelos comerciales. Y eso no hizo más que intensificar la excitación de las 390 personas que aspiran a ser astronautas amateurs, y que ya reservaron sus pasajes entre los primeros tripulantes, a cambio de 20 mil dólares. Esa suma es el primer adelanto que exige la empresa para la reserva de los pasajes que costarán, en total, 200 mil euros. Entre los ansiosos pasajeros figuran el diseñador Philippe Starck, el guitarrista de Red Hot Chili Peppers, Dave Navarro, Stephen Hawking, Paris Hilton, Sigourney Weaver, el músico Moby, el cantante de Kiss, Gene Simmons, Bill Gates, los directores James Cameron y Steven Spielberg y Brad Pitt y Angelina Jolie. Ellos son algunas de las cien personalidades que ya pagaron la totalidad de los doscientos mil euros que se requieren para asegurarse un lugar entre los primeros pasajeros del espacio. Se espera que los viajes comiencen a fines de 2012.
Sergio Durante, el representante argentino de Virgin Galactic a través de la agencia de turismo Biblos, explica que este precio, sólo apto para millonarios, se mantendrá únicamente los primeros años. "Se espera que a partir del 2020, aproximadamente, desciendan a 20 mil dólares y más gente pueda acceder a ellos, aunque el último objetivo de Brandson es llegar a venderlos a precios de vuelos internacionales", explica Durante que, como Brandson, apuesta a ser parte de la historia con plena conciencia de que el proyecto no tendrá réditos económicos de manera inmediata y mucho menos en nuestro país. "Si bien ya hay reservas en Chile, México y España, todavía no hay ni una reserva en la Argentina. Creo que la clase alta argentina que es quien podría pagar esto, aún no termina de creer que sea cierto y tiene miedo. Yo sé que esto va a explotar cuando algún famoso internacional de todos los que tienen reserva documente su excursión espacial. Ahí todos van a querer hacerlo", explica entre risas.
"Hay paquetes más accesibles al Centro Nastar de Filadelfia, el único centro de entrenamiento espacial del mundo", aclara Durante, dando una opción para intrépidos sin tanto dinero. En ese lugar se encuentra el simulador Gyrolab que reproduce los efectos de salida y entrada a la atmósfera y la gravedad cero. Con un precio que ronda los dos mil dólares, las personas pueden entrenarse y simular una salida del planeta. También pueden aprender qué se siente conducir aviones supersónicos de combate, a 1.200 kilómetros por hora. Durante está convencido de que el próximo paso en materia turística será brindar experiencias dignas de ciencia ficción, cuando eso sea seguro, claro. Por ahora, regresar a la atmósfera es la parte más sensible del viaje. La nave tiene que ingresar en un ángulo muy preciso, que no la librará de chocar con las capas más altas de la atmósfera. La sensación que se experimenta es parecida a las turbulencias de un avión, sólo que muchísimo más intensa.
Los especialistas en materia de vuelos ya prevén una evolución práctica de estos viajes. Más allá de la aventura y la experiencia, se espera que el dominio de los vuelos espaciales sirva para ahorrar tiempo en los aéreos. Los primeros viajes serán suborbitales: abandonarán la atmósfera terrestre y volverán al mismo punto de partida. Son suborbitales porque no realizan una vuelta completa a la Tierra. Las siguientes fases consistirán en darle la vuelta a toda la órbita terrestre y, luego, se utilizará el espacio para cortar camino. Es decir, se podrá despegar en los Estados Unidos y aterrizar en Sydney dos horas después en un viaje mucho más placentero. Parece ciencia ficción pero hacia eso se encamina la tecnología de la mano de un soñador llamado Richard Branson.