Un tropezón que no fue caída
La vasta experiencia de Boeing en la fabricación de máquinas voladoras nos hacía difícil entender que un avión como el 787 salga a volar sin haber sido probado lo suficiente como para brindar la seguridad necesaria que los propios estándares de la compañía requiere en estos casos.
Sin embargo, la aeronave que está llamada a revolucionar la aviación civil en ahorro de combustible y menos contaminación ambiental no tuvo el mejor de los comienzos, y ya antes de haber sido entregada la primera unidad tuvieron que posponer la fecha de entrega, y no una sino infinidad de veces, produciendo así una demora de más de cuatro años.
La génesis de ese proyecto surgió luego de que fallara la idea del avión súpersónico que volaría casi a la velocidad del sonido (es decir menos que el mítico Concord), pero los atentados del 2001 y el alza del combustible los hizo desistir de la idea por la falta de compradores.
Se enfocaron entonces en un avión que reemplazaría al 767, pero empezando desde cero, es decir no reformulando uno anterior, y en 2004 llegaron los primeros 50 pedidos confiados en que comenzarían a volar en 2008. Pero no fue así.
Boeing recurrió a los materiales compuestos más revolucionarios para hacer un avión más liviano, generaron cambios estructurales que reducirían los kilómetros de cables utilizados, ampliaron las ventanas para los pasajeros, apostaron al confort de vuelo, y cada paso dado significó un nuevo desafío de difícil resolución que demoró más y más el decolaje inicial.
El fin del 2011 marcó el hito más importante para Boeing después del lanzamiento del 747, y All Nippon Airways recibió finalmente el primero de los B787 Dreamliner.
Un año más tarde -con algo menos de 50 aparatos operativos- un avión de Japan Airlines sufrió el incendio de una batería estando en tierra, y más tarde algo similar le ocurrió a un avión de United. Esos hechos determinaron que en enero de este año la FAA obligara a dejarlos fuera de servicio hasta tanto se solucionaran los inconvenientes.
La moraleja es que ni aún los más grandes están exentos de los errores, pero es sabio reconocerlos y solucionarlos. El 787 ya está de vuelta y muy pronto lo veremos por aquí nuevamente.
por Manuel Sierra
msierra