Para algunas cosas, somos un pueblo de memoria frágil, pero para otras tenemos una memoria de elefante. En cualquiera de las dos situaciones parecería que no aprendimos nada de la joven historia que nos ha tocado vivir en estos doscientos años.
Dicen que el tiempo lo cura todo, sin embargo, parecería ser que el remedio no siempre actúa de la misma manera, al menos no en nuestro país y con nuestra clase política y dirigente. 
A casi un año de la asunción de un nuevo presidente en Argentina las discusiones parecen ser las mismas que antes, pero ahora, desde la vereda de enfrente.
Aerolíneas Argentinas -junto a YPF las empresas más emblemáticas para los argentinos-, es una muestra cabal de los desencuentros cotidianos que no podemos resolver.
Con el gobierno anterior la aerolínea de bandera era acusada de ser un bastión kirchnerista/camporista, donde el dinero se dilapidaba en función de usarla como estandarte de la propaganda política de la administración CFK. 
Con el actual, la discusión pasa por las medidas tomadas por la nueva Dirección, aduciendo gremios y opositores que la administración MM ejecuta un plan maestro que la conduce sin escalas a un debilitamiento tal que la última parada sería la apertura de los cielos nacionales a nuevas aerolíneas foráneas y al desmantelamiento de la compañía en pos de crear la necesidad de que éstas otras lleguen. En el medio crecen las chicanas que no conducen a nada y exacerban los ánimos de uno y otro lado de la grieta, y por lo tanto se buscan excusas para crear enfrentamientos que ambos bandos saben que no conducen a ninguna parte. 
Mientras tanto los pasajeros pierden la confianza en una empresa que ha demostrado que operativamente está por encima de los estándares internacionales, como sucede con un montón de empresas de otros rubros; y que simplemente no pueden ser buenas porque son argentinas, o mejor dicho, no creemos que puedan ser buenas porque son argentinas.
Tal vez, sólo tal vez, si se dejaran de lado los egoísmos políticos que nos caracterizan, y que hasta hoy no han demostrado ser muy brillantes, ni útiles, el colectivo de los argentinos podría pensar en una Argentina con un futuro menos oscuro. 
Hoy solo vemos que “el sálvese quien pueda” y “el vale todo” son la marca registrada de una sociedad que ha mutado hasta transformarse en una desconocida cuando se mira en el espejo de la historia. ¿Será ese el país que queremos?