Tanto la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires, realizada por Pedro de Mendoza en 1541, como la segunda, en 1580, consumada por Juan de Garay, se confunden amigablemente con el verdadero inicio de la historia de nuestro país. 
Si primero fue la Ciudad de Buenos Aires o si fue la Nación Argentina, son sucesos tan vinculados que marchan juntos para los historiadores autóctonos.
Pero sea una u otra, ambas se iniciaron con un viaje que se originó al otro lado del Atlántico, y si bien fue un viaje expedicionario, no dejó de ser un viaje; que hoy por hoy lo llamaríamos del segmento Corporativo. ¿O no era un Viaje de Negocios?
Un viaje de negocios que comenzó a resolverse un día como hoy, 25 de mayo, pero hace 205 años, cuando un reducido grupo de hombres se reunía en la sala capitular del Cabildo para decidir el futuro político de un territorio ubicado en el extremo sur del continente americano, muy alejado, para aquel entonces, de quienes hasta ese momento habían diseñado la vida de los habitantes de una humilde colonia de la Corona Española, la del Virreynato del Río de la Plata.
Y de esa manera se comenzaba a marcar el futuro de la historia del que había sido el primer imperio europeo en conquistar territorios en todos los continentes.  
Menos de 200 cabildantes eligieron la Primera Junta de Gobierno, que gobernaría “en nombre del Rey Fernando VII”, una maniobra política que ganaría tiempo hasta fortalecer la posición de la causa patriótica, situación que se mantuvo hasta la declaración plena de la Independencia el 9 de julio de 1816.
En aquel entonces una incipiente Argentina comenzaba a germinar hasta llegar a estos primeros 15 años del siglo XXI, atravesando marchas y contramarchas que nos hicieron ser como somos.
Y está claro que aún no hemos adquirido la sabiduría que en miles de años de vida poseen países como India, China, Japón, o la creatividad de los países europeos, ni siquiera heredamos los conocimientos de las grandes culturas americanas como la Azteca, la Inca o la Maya.
Pero supimos hacernos un espacio para ser diferentes, incorporando de cada uno de ellos parte de su cultura y sus tradiciones cuando albergamos en nuestras tierras a todos los hombres del mundo que quisieron habitar en suelo argentino. 
Así, Enrique Pinti decía en su famosa Salsa Criolla que los argentinos en la época de la colonia “hablábamos español, leíamos en francés y vestíamos como los ingleses”.
Según Felipe Pigna, Mariano Moreno resaltaba valores que aun hoy seguimos reclamando como pueblo joven con escasos 200 años de independencia: “la importancia de la instrucción y la educación como método contra las tiranías, la necesidad de vigilar la conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias del extranjero y la necesidad de una organización federal en el gobierno”.
Que así sea.