La maldición negro amarilla
El 14 de Marzo de este año se inauguró la tan esperada Estación Terminal de Cruceros Benito Quinquela Martín en la Ciudad de Buenos Aires. Un lugar bien resuelto, prolijo y funcional a la tarea que debe cumplir, pero que seguramente colapsará si se juntan los pasajeros de salida o arribo de más de dos barcos.
Tampoco debemos dejar de pensar que estamos en Buenos Aires y no en Génova, Barcelona o Fort Lauderdale, lugares de intenso tránsito de cruceros y con infraestructuras no muy superiores a la recientemente inaugurada en la Terminal 3, aunque sí con una logística para la carga y descarga de maletas y provisiones mucho más desarrollada.
Lo que sí se muestra como absolutamente diferente es la activa participación de la mafia de los taxistas esperando la salida de incautos pasajeros.
La imagen de una estructura organizada con el fin de atentar contra la buena fe de pasajeros ingenuos o sin conocimiento de las calles porteñas salta a la vista rápidamente cuando uno toma distancia y observa detenidamente la situación.
Un grupo de cerca de 10 “acomodadores” de pasajeros y vehículos, que responden a una sola voz de mando, deciden quién sube a que auto luego de preguntar el destino del viajero, y de garantizarle que el viaje cuesta un mínimo de $25, o lo que marque el reloj si supera esa cifra más $5 en concepto vaya uno a saber de qué. Un misterio que se devela al finalizar el viaje cuando al confiado pasajero le explican que es el impuesto a la valija.
Mientras tanto, aquellos pasajeros con indudables signos de ser extranjeros son apalabrados en la prolija fila de salida para seducirlos con un viaje más confortable en modernas unidades con mayor capacidad de carga y una tarifa súper especial, la que generalmente duplica al valor del viaje.
Claro que tanta bondad al servicio del pasajero no es gratis para los choferes, ya que los taxistas que operan en el lugar deben pagar un peaje como antiguamente sucedía en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza o en el Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery.
Sin dudas alguien lleva adelante este fabuloso negocio que se nutre además de una mano de obra barata sustentada en las propinas dadas por los pasajeros a aquellos que los ayudan a cargar sus equipajes en los taxis elegidos.
Existen muchas formulas para desterrar este mal que tanto daño provoca en la imagen de un país, lo han hecho en muchos lugares del mundo y parecía que también en nuestro país.
Resulta curioso que en el inicio de la temporada de cruceros 2011/2012 nadie se haya dado cuenta todavía de su existencia.