La semana pasada una vez más los pasajeros de Aerolíneas Argentinas y Austral fueron víctimas del ensañamiento de dos sectores gremiales de la compañía, provocando que cientos de ellos manifestaran su malhumor en los medios de comunicación.
Coincidiendo con el acercamiento a las elecciones legislativas del próximo domingo 27 de octubre, las demoras y suspensiones de los vuelos comenzaron a aparecer en las pantallas de los aeropuertos argentinos sin solución de continuidad, casi programados de un día para el otro, en el convencimiento que el conflicto no pase desapercibido y quede desprestigiada ante la opinión pública la gestión de la línea aérea de bandera.
Curioso resulta el conflicto cuando nadie termina de saber muy bien porqué se gesta, ya que estando en plenas paritarias, y a punto de alcanzar un acuerdo salarial conveniente para los trabajadores de APTA -el incremento sería del 24%-, el responsable sindical, Ricardo Cirielli, aparece en televisión criticando la gestión y desprestigiando a su compañía.
Paralelo a este hecho, los controladores aéreos -ACTA-,también realizan una medida de fuerza basada en diferencias salariales con APTA -donde la aerolínea no participa de negociación alguna, por ser un conflicto entre ambos sindicatos-, y sospechosamente los únicos vuelos afectados son los de Aerolíneas Argentinas y Austral.
Por último, y no por eso menos importante, los aeronavegantes también se suman a la medida de fuerza, provocando la paralización del servicio en continuado, unos por los vuelos de la tarde, otros por los vuelos de primera hora del día.
En un análisis simple de la situación, no podemos dejar de considerar que tanto APTA como AAA, es decir técnicos y azafatas, están encolumnados con el movimiento sindical que lidera el camionero Hugo Moyano, en otros tiempos defensor acérrimo de las políticas kirchneristas, al igual que Cirielli, y hoy parado en la vereda de enfrente y en la búsqueda de su nuevo espacio político.
De esta manera el conflicto gremial comienza a tener un feo olor a campaña política operada, manteniendo a los pasajeros como testigos involuntarios de una confrontación política de la que nunca quisieron ser partícipes.
Defender los ideales desde la tribuna política es una tarea ardua que respetamos indeclinablemente porque requiere, ante todo, honestidad y claridad de ideas, y eso es algo que estas medidas de fuerza no han tenido.


por Manuel Sierra
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