Se dice que el mundo se ha globalizado de tal manera que el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo (proverbio chino).
Como las alas de las mariposas, el terremoto que asoló el Japón está provocando efectos secundarios en el resto del mundo y muy especialmente en la industria de los viajes y el turismo.
El temor a la radioactividad por las fallas en los reactores de Fukushima hicieron que compañías aéreas dejaran de volar a los principales aeropuertos de la ciudad de Tokio, a pesar de que algunos de ellos se encuentran a cientos de kilómetros de la central nuclear.
De esta manera, algunas compañías aterrizan sus aviones en el sur de Japón o reacomodan sus rutas para que las tripulaciones no hagan noche en Tokyo y sigan hasta Seúl o Hong Kong.
Esta situación se refuerza con la ausencia de turistas, fundamentalmente europeos y norteamericanos, en los centros turísticos.
Primer efecto: menos turistas visitarán Japón por un largo tiempo.
A la inversa países como Perú, México, España y Holanda, que contaban con una gran afluencia de pasajeros nipones, ya comienzan a sentir los efectos de la catástrofe ante las cancelaciones producidas por los miles de japoneses que tenían previsto visitar sus destinos turísticos y hoy ven que sus vidas han tenido un vuelco impensado.
La Cámara Nacional de Turismo de Perú estima que en los próximos meses se perderán 108 millones de dólares debido a que cerca de 30 mil japoneses dejarán de visitar las Líneas de Nazca, Puno, el Lago Titicaca, Cuzco y Machu Picchu. Según sus estadísticas, el turista japonés gasta alrededor de 3.600 dólares en un viaje promedio de 10 días en Perú.
En España mientras tanto los analistas estiman que serán 200 mil los turistas de la isla que dejen de visitar sus museos y ciudades, una cifra más que interesante si se multiplica por los 2800 dólares en promedio para una estadía de una semana. Los grupos japoneses son muy codiciados en la península por ser uno de los mayores consumidores de servicios turísticos.
México se suma a los países que ven un impacto indirecto del sismo en su economía con la cancelación de turistas hacia sus playas y ciudades históricas, aunque aún no han mensurado las cancelaciones no dudan que se verán afectados de manera importante.
Tampoco Holanda escapa a esta situación, ya que por estos meses comienzan a llegar grandes contingentes de visitantes japoneses a las ciudades de los tulipanes, no solamente para admirar su belleza sino también para adquirir los bulbos de la flor característica de la monarquía holandesa.
Claro que no se trata de una serie de casualidades, este es el reflejo de cómo puede afectar un desastre natural en un punto del planeta a otros puntos geográficamente alejados, teniendo en cuenta que estamos hablando de la tercera economía mundial.
En tren de ser sinceros, nadie hizo estos cálculos cuando Haití sufrió un devastador terremoto en 2010. Ni cuando los hermanos chilenos pasaron por algo parecido poco tiempo después.
Ninguno de estos mercados emisores impacta tan directamente en el turismo y en la economía de las naciones del mundo como sí lo hacen los amables, exigentes y gastadores turistas japoneses quienes, cámara en mano, marcaban diferencias con su disciplinado poder económico.