La semana pasada el Ministerio de Transporte de la Nación anunciaba que los cruceros de más de 315 metros de eslora recibirán una bonificación del 100% de las tasas aplicadas por el uso de scanners y los cargos por seguridad a partir de la temporada 2018/19, pero en el mientras tanto todo tipo de embarcaciones de cruceros contará con un 25% de descuento de la tasa portuaria que hasta ahora era de 4 dólares por pasajero.

Estas medidas buscan alcanzar el millón de pasajeros anuales para el segmento crucerista que hoy llega apenas a los 490 mil al año.

El comentario generalizado habla de la importancia que estas medidas tendrán en el corto y mediano plazo, ya que significan una respuesta a los reclamos de las empresas de cruceros sobre los altos costos de hacer recaladas en los puertos argentinos, especialmente en el de Buenos Aires, uno de los más caros del mundo.

Meses atrás el presidente de MSC, Gianni Onorato, había advertido que el mayor obstáculo para que lleguen más cruceros a Buenos Aires era el costo de amarre, aclarando que es tres veces más caro en comparación con los principales puertos del mundo: Barcelona, Génova, San Petersburgo, Hamburgo, Miami y Santos en Brasil. “Incluso es más caro amarrar un crucero que un barco de carga. Es increíble, pero es así” (sic).

Como ha sucedido con la Revolución de los Aviones el transporte marítimo necesita un cambio de paradigma para crear la Revolución de los Barcos.

Está claro que el puerto de Buenos Aires no puede competir de igual a igual con el de Montevideo, que no necesita el permanente dragado de los canales de navegación que permiten el ingreso de los grandes buques.

La alta acumulación de sedimentos aportados por los ríos Paraná y Uruguay al Río de la Plata hacen que el mantenimiento de los canales sea una tarea permanente y de alto costo, algo que no sucede del lado uruguayo, sin embargo esto no debería ser excusa para que las navieras no hagan escala en la capital porteña.

Los altos costos que cobra el puerto de Buenos Aires han provocado que en los últimos años hayan disminuido el arribo de cruceros hasta un 50%, pasando del récord de 160 recaladas en la temporada 2012/13 a sólo 82 en 2014/15. En la actualidad sólo 110 están previstas para esta temporada.

Los representantes de las compañías navieras en nuestro país a pesar de todo dudan de que estas medidas sean suficientes, insistiendo en que debería hacerse un plan de reformas muy profundo que trasforme a la Argentina en un destino más tentador, sobre todo observando cómo nuevos competidores se suman fuertemente a la disputa del pasajero crucerista y son operativos los 12 meses del año, frente a los tres o cuatro que se pueden utilizar en Latinoamérica. Dubai o China son un claro ejemplo de esto.

Como ha sucedido con la Revolución de los Aviones el transporte marítimo necesita un cambio de paradigma para crear la Revolución de los Barcos.