Si bien la información se dio a conocer en noviembre pasado, sólo en los últimos días está tomando estado público la elección hecha por el gobierno de Río Negro de construir una cárcel Federal en la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Aparentemente la idea surgió del gobernador de la provincia, Alberto Weretilneck, y el senador Miguel Pichetto, quienes habrían propuesto al Ministro de Justicia de la Nación, Julio Alak, la construcción de un centro de retención de reclusos en las inmediaciones del más importante destino turístico de la Patagonia argentina.
El motivo de tan cuestionada propuesta está fundamentado en que “la policía actualmente deriva los detenidos de esa jurisdicción a Esquel o Neuquén”, situación que explica la necesidad de crear un presidio en la región, pero no porqué hacerlo precisamente en Bariloche.
La provincia de Río Negro tiene una superficie de más de 200.000 kilómetros cuadrados y está ocupada por sólo 650.000 habitantes, alcanzando una densidad de escasos 3 pobladores por kilómetro cuadrado.
Siendo una provincia tan extensa y tan escasa de gente para poblarla, resulta incomprensible cómo los funcionarios rionegrinos no pensaron en aprovechar esta situación para desarrollar alguna de las muchas regiones que posee, absolutamente vacías.
Una obra de esta naturaleza debería ser asimilada como una oportunidad de crecimiento económico de alguna localidad marginada en el interior provincial; y también como la ocasión de crear mejores accesos en la región para el traslado de personas y mercaderías de manera segura y rápida, generando así más puestos de trabajo -mano de obra directa y proveedores de productos y servicios- inevitables para atender las necesidades de una población de varios cientos de personas, entre internos, personal de Penitenciaría Nacional, familiares de los empleados y el lógico movimiento temporario de abogados y familia de los detenidos que precisarían alojamiento y gastronomía cuando acudan a visitarlos. De verdad ¿nadie lo pensó en Río Negro?
Por último, y no por ello menos importante, salvo el presidio del Fin del Mundo en Ushuaia, o Alcatraz en el gran país del Norte, ninguna cárcel ayuda a la promoción turística de un destino.
¿Alguien cree seriamente que una cárcel en Bariloche sería la excepción?