El Ente Tucumán Turismo (ETT) y la Municipalidad de San Miguel de Tucumán tienen muchas cosas en común. Ambos organismos asientan gran parte de su actividad en la adecuación de espacios públicos como un servicio para satisfacer a quienes los utilizan con fines recreativos. Y al mismo tiempo, las dos reparticiones sufren el accionar permanente de los vándalos, empeñados en la destrucción de los bienes del Estado.
Tanto la comuna dentro del ejido urbano, como el organismo de promoción turística en las rutas y caminos de la provincia, afrontan a diario los ataques que, si bien en algunos casos tienen la finalidad de obtener algún rédito económico, en otros no cuentan siquiera con esa dudosa explicación. Un claro ejemplo es lo que ocurrió con los miradores que el organismo que conduce Bernardo Racedo Aragón, instaló a la vera de la ruta que conduce a San Javier. El presidente del ETT subrayó que más allá de la inversión necesaria para reemplazar los paneles, lo que de verdad duele es la actitud de quienes no comprenden la importancia que tiene para Tucumán el cuidado de este tipo de instalaciones, que no son otra cosa que la imagen que le ofrece el Jardín de la República al creciente número de visitantes que nos elijen como destino. “Al turismo lo hacemos entre todos. Con inversión, promoción, pero también con el cuidado de lo que es nuestro y nos beneficia en forma directa. Turismo no es sólo recreación y descanso, es crecimiento, es desarrollo económico y social”, enfatizó el funcionario.
Por el lado de la Municipalidad capitalina, la situación se agrava si se tiene en cuenta que al registrar un tránsito más intenso que una ruta del interior, las calles del municipio cuentan con muchos más elementos al alcance de los vándalos, quienes según el subsecretario de Planificación Urbana de la ciudad, Luis Lobo Chaklián, le provocan al erario municipal una pérdida de más de 1 millón de pesos por año. Eso es lo que cuesta aproximadamente la reposición de los elementos que son destruidos por el desaprensivo accionar de los inadaptados.
El funcionario reveló que las tareas de recuperación y reemplazo de piezas destruidas se centran mayoritariamente en los cestos papeleros, de los cuales se reponen unos cuatrocientos por año. También se registran frecuentes ataques a las columnas del alumbrado público, que en general consisten en el robo de los cables para usufructuar la venta del cobre. Pero según Lobo Chaklián una buena parte de los daños que deben ser corregidos por el municipio se deben a la desidia con que se hace uso de los espacios públicos. Plantines que deben ser reemplazados a poco de su colocación porque fueron pisoteados, bancos de plaza o monumentos que son constantemente pintados luego de haber sido usados como improvisados lienzos de grafitis o incluso árboles recién plantados que aparecen con sus tallos quebrados redondean el menú de la desaprensión urbana que, de todas maneras y a decir del funcionario, va en descenso, aunque aún falta mucho por hacer en materia de educaci&oacut