Unas 40 mil personas (entre teatro y cerros) disfrutaron desde antes que dieran las diez de la noche de “Te miro... Vendimia de colores” , la Fiesta Nacional de la Vendimia N° 76 que mendocinos y turistas aplaudieron de pie al finalizar los más de 70 minutos que duró el espectáculo.
Todo comenzó cuando los locutores, tal cual marca la tradición, saludaron a las Reinas de mandato cumplido presentes en las gradas. Luego, presentaron a las 17 candidatas departamentales, quienes desfilaron con vestidos naranjas y violetas.
Entonces resonó la voz de la Reina Nacional 2011: “En esta noche la Vendimia se festeja desde los surcos, festeja el vino nuevo... deseo que nos unamos y que sus miradas se iluminen... que revivan nuestros valores. ¡Yo, Gabriela Koltes, ordeno y proclamo que comience nuestra fiesta única!”.
La máquina vendimial ideada por Alejandro Grigor, director artístico y guionista, y Celia Sáenz, co-guionista, se lanzó a la conquista de los colores a través de 19 cuadros que resaltaron valores y tradiciones cuyanas. “Tengo la magia de poder observar, ver y acompañar... Porque tengo corazón, alma que late”, narró una voz grave en off un mirador omnisciente de impecable blanco (uno de los tres personajes que llevaron adelante la puesta), al tiempo que los bailarines salían a poblar las tablas del Teatro Griego que, como en los ‘80 y ‘90, volvió a tener escaleras en lugar de rampas.
La novedosa idea de Grigor llegó de la mano de una “bodega andante” (segundo de los tres personajes) que transportaba a Julieta Navarro, Virreina Nacional de la Vendimia 2008, quien, con sus impactantes y azules ojos, bajó de la estructura para ser recibida por un bailarín que la esperaba para, juntos, introducirse en el túnel del tiempo que, inesperadamente, apareció cuando las escaleras del sector más céntrico del escenario se elevaron en forma mecánica. Luz, láser y humo sirvieron de ambiente para que los dos personajes se remontaran al comienzo de la historia.
Llegó entonces el Libertador de América, José de San Martín. Montado sobre una estructura que simulaba el Cerro de la Gloria y con la cajas lumínicas reflejando la blanca silueta de la Cordillera de los Andes, se alzó como testigo de una batalla que recreó la liberación de países latinoamericanos. Allí, el rojo del coraje y del fuego, y el azul del frío y del cielo, resaltaron en los trajes de los actores. El cuadro lo completó la canción “Los 60 granaderos” junto a las pantallas que proyectaban la gesta sanmartiniana.
Con música en vivo y el relato siempre en off remarcando cada cuadro del espectáculo, llegó el tercer personaje ícono: la Madre Vendimia que, elevándose desde una plataforma hidráulica que surgió del corazón del teatro, mostró a la preciosa María Flor Destéfanis, Reina Nacional 2010.
“Soy Vendimia, entrego los matices, los suaves, los intensos, todos los colores... Soy la Vendimia antigua como el tiempo, la Vendimia que sucede a los hombres, que renace cada año. Soy la Vendimia por siempre”, resonó sobre los cerros la cálida voz de la ex soberana.
Los siguientes cuadros llegaron para significar el trabajo incesante de los maravillosos escultores que cada año intentan, contra viento y marea, cosechar el fruto que da vida al vino. Acordes de gatos y cuecas dieron pie a los efectos lumínicos y musicales para la llegada del líquido vital.
La política no quedó fuera del espectáculo. Algunos inmigrantes llegaron en un tren con la misma fisonomía del Metrotranvía mendocino que no logra arrancar.

Santa Patrona
De esa manera, en la despejada noche que se alzó sobre el Frank Romero Day, malignos personajes contaminantes debieron huir cuando, apartados por los laboriosos tomeros (proveedores de agua), dieron paso a la Virgen de la Carrodilla quien, con un enfoque de luces místicas y cálidas, recorrió el borde del escenario sobre los hombros altivos de 6 personajes masculinos. Al mismo tiempo, sobre las viñas de los cerros otra imagen de la Virgen captó la mirada de los presentes para luego permanecer iluminada.
La puesta continuó al ritmo de ranchera, escondido y chamamé, con coreografías entre actores -sentados a una larga mesa celebrando un casamiento- y bailarines -que nunca perdieron el compás de los músicos-.
Fue así como el ritmo de un divertido candombe, interpretado por Mercedes Sosa y Rubén Rada, impregnó las movimientos de los bailarines folclóricos que, con gran despliegue coreográfico, fueron apareciendo con banderas y cintas de todos los colores. Tomados de la mano, pidieron que los espectadores los imitaran para lograr, de esa forma, una mágica conexión y una impronta de unión entre los habitantes del Planeta.

El morocho del Abasto

“Vendimia es Mendoza, Argentina... donde el tango y el vino son nuestra identidad”. Ya cerca del final llegó la milonga. Instrumentos de utilería mayor, confeccionados a doble escala humana, aparecieron en forma de piano de cola, violines, contrabajo y bandoneones para simular acordes de arrabal.
 Y el momento del clímax sucedió cuando en la inconfundible voz de Carlos Gardel sonó “Por una cabeza”, que fue transformándose en una versión electrónica y moderna. Mujeres con vestidos rojos y varones milongueros bailaron hasta el final el tango.
Finalmente, en lo alto de la escenografía se elevó un gran racimo de uvas que decoró la escena para que los bailarines folclóricos arrasaran con un malambo que sirvió como cierre de la Fiesta Máxima.