El último 4 de junio, San Carlos de Bariloche vivió su apocalipsis. Pasadas las cuatro de la tarde de lo que debía ser un sábado más en esta idílica ciudad turística, el sol se apagó y llegó el infierno. Una espesa lluvia de cenizas, arena y piedras surgió desde las entrañas del complejo volcánico Puyehue - Cordón Caulle, ubicado a 90 kilómetros a vuelo de pájaro de aquí, y sepultó a la ciudad emblema de la Patagonia argentina.
A ocho meses de la catástrofe, la localidad rionegrina busca renacer de lo que fue la peor temporada de su historia. La reapertura del aeropuerto, el lento pero constante mejoramiento climático y una hospitalidad a prueba de cenizas, son hoy las razones de los barilochenses para creer en una recuperación económica.
Aquel invierno, el pánico y el desconcierto de las primeras horas dieron lugar al desamparo más absoluto. De la noche a la mañana, esta localidad de 130 mil habitantes, de los cuales más de un 75% vive directa o indirectamente de la industria del turismo, se encontró aislada del mundo. Caído el puente aéreo y bloqueado el paso fronterizo con Chile, sin los dólares de los turistas extranjeros y sin el ruido de los viajes de egresados, Bariloche se enfrentó con su invierno más largo: sólo entre junio y diciembre perdió 1476 millones de pesos en ingresos por turismo, según cifras del Centro de Estudios Regionales de la Universidad Fasta. En ese mismo período, el flujo de visitantes cayó un 50%, dice Claudio Roccatagliata, empresario hotelero y presidente del Ente Mixto de Promoción Turística de Bariloche (Emprotur).
"Esta es una ciudad que depende de una monoindustria: el turismo", reconoce Claudio Cabaleiro, gerente de la Cámara de Comercio local. Y agrega: "Como la erupción fue justo en junio, se nos cayó la temporada en su totalidad, y eso que veníamos de un par de años malos por el volcán Chaitén en 2008 y la gripe A en 2009". La facturación de los comerciantes, según un sondeo de la propia cámara, cayó un 50% con respecto a igual período del año anterior.
Cuentan en la Patagonia que la ayuda gubernamental que llegó fue inversamente proporcional a la cantidad de ceniza que vomitó el Puyehue. Si bien desde el Congreso Nacional se aprobó una ley de emergencia económica para la zona afectada, que promovía por 180 días beneficios impositivos, cobertura de planes sociales y medidas para preservar el empleo y la producción, por ahora la ciudad sigue esperando la reglamentación del paquete de asistencia.
Aparte de un crédito del BID destinado a limpiar los lugares más afectados por la lluvia volcánica, el principal dique de contención gubernamental para evitar los despidos masivos fue el paquete de planes de Recuperación Productiva (REPRO) otorgados por el Ministerio de Trabajo de la Nación. En total, se inyectaron unos 100 millones de pesos desde la erupción volcánica y actualmente alcanza a unos 8500 trabajadores del rubro hotelero-gastronómico y de comercio. De todas formas, tanto empresarios como cámaras y funcionarios locales, tildan la respuesta de "insuficiente" y aseguran que "resolver el problema llevará más tiempo de lo previsto".
Políticamente, a diferencia de otras situaciones límite en las que suele surgir un referente, en Bariloche no hubo ganadores. La tardía reacción municipal, la criticada ausencia del por entonces gobernador Miguel Saiz y la falta de llegada al gobierno nacional evidenciaron la crisis política en la provincia, que luego sería aprovechada por el peronista Carlos Soria (fallecido el 31 de diciembre) para poner fin a tres décadas de gobernación radical.
Por aquí abundan los casos que pintan un paradójico fenómeno migratorio: se trata del regreso a sus lugares de origen de aquellos emprendedores que llegaron en las últimas décadas al Sur en busca de una mejor calidad de vida y hoy bajan las persianas por la ceniza y regresan a las grandes ciudades. "Los precios para vivir acá están cada vez más caros; sólo hay descuentos en chocolates. Y no se vive comiendo chocolates", se quejan Estela y Virginia, dos jóvenes del barrio Virgen Misionera -suerte de backstage de la Bariloche con vista al lago y olor a rosa mosqueta-, que recorren uno a uno los hoteles y restaurantes en busca de un trabajo temporario.
El despertar
En la actualidad, la mayor parte de los días, las secuelas de la erupción son imperceptibles para el turista. Con excepción de los residuos de polvo volcánico que se amontonan a la vera de las rutas como si fuera nieve, Bariloche mantiene su encanto y sus escenarios de tarjeta postal están intactos.
Sin embargo, cuando el viento sopla en dirección sudeste se les transforma la cara a los lugareños: la pluma de ceniza aparece desde la Cordillera y la ciudad queda envuelta en una niebla londinense. Sentados en un banco del Centro Cívico, en pleno centro, Mario y Felipe miran el lago Nahuel Huapi, teñido de gris. "Antes del volcán vendíamos 20 fotos por día. Ahora con suerte llegamos a 10. Igual, con el aeropuerto la cosa está empezando a cambiar", se ilusiona Mario, cámara en mano. A su lado Felipe, un perro San Bernardo de 80 kilos, parece asentir con la mirada.
Es que la reapertura del aeropuerto internacional el 13 de enero marcó el principio de la recuperación, coinciden aquí. Con la instalación de radares ópticos y un avanzado medidor de partículas volcánicas, la conectividad aérea parece normalizada: sólo un día se suspendieron los vuelos y las líneas aéreas comienzan a reponer sus frecuencias habituales. Desde el gobierno provincial ya anunciaron que desde abril Aerolíneas Argentinas tendrá 49 frecuencias semanales y LAN operará con cinco vuelos diarios y ocho los sábados y domingos. A ellos se suman vuelos charter durante los picos de demanda.
"Con los fines de semana largos y la llegada de turistas chilenos, en febrero tuvimos una ocupación del 35%, algo impensado unos meses atrás", dicen desde el Emprotur. Otra señal alentadora es la del segmento de hotelería de alta gama, uno de los más golpeados por la falta de turistas extranjeros. El Llao Llao, el legendario hotel construido por Alejandro Bustillo, lució una ocupación del 70% durante los feriados de febrero. "Estamos recuperando la confianza y recomponiendo la demanda", sostiene Ana Carla Polla, gerente comercial del establecimiento.
Pronosticar con certeza cuánto tiempo tardarán en volver los niveles de actividad económica previos a la erupción del volcán es tan difícil como predecir cuándo éste dejará de expulsar cenizas. Mientras que los geólogos y vulcanólogos califican de "impredecible" la actividad del Puyehue, los lugareños más experimentados calculan la recuperación de esta temporada fatídica en tres o cuatro años.
En tanto, durante las próximas semanas se multiplicarán las acciones para reposicionar el destino entre las preferencias de los turistas tanto en Argentina como el exterior. El verano patagónico ya termina y todo Bariloche se prepara para su gran apuesta: una salvadora temporada invernal para que todo vu