Solamente durante cuatro meses, tras la bomba contra el avión ruso de Sharm el Sheik, de noviembre de 2015 a febrero de 2016, plena temporada alta, Egipto perdió 2300 millones de dólares en turismo por el ínfimo nivel de visitas.

Otro batacazo para la industria turística de Egipto fue el secuestro y brutal asesinato en enero de 2016 del estudiante italiano Giulio Regeni, a raíz de lo cual el sector podría perder en febrero y marzo hasta un 90 por ciento de los turistas procedentes de Italia, según publica Sputniknews.

El país no levanta cabeza desde la primavera -más bien habría que llamarle otoño- árabe que llevaron al poder a los fundamentalistas Hermanos Musulmanes para luego retornar a la dictadura.

En una reciente visita Taleb Rifai secretario general de la OMT, realizó un alud de declaraciones bien intencionadas en relación con la pronta recuperación del sector turístico en el país de los faraones.

Pero lo cierto es que desde el comienzo de la soterrada guerra civil que vive el país el número de turistas ha bajado entre un 50% y un 75% según diversas fuentes. En el mar Rojo y el Sinaí es prácticamente inexistente. Rusia y Reino Unido mantienen sus restricciones al turismo en el país a pesar de los generosos incentivos de hasta 6000 euros por vuelo chárter anunciados por las autoridades en el reciente feria ITB de Berlín.

Y según distintas fuentes, los posibles hallazgos de nuevos restos tras la cámara mortuoria de Tutankamón no serían más que una maniobra para agitar el interés y el turismo. 

Pero frente a las bombas y los ataques suicidas de los fundamentalistas islámicos, ni siquiera la propia Nefertiti, de quien se dice podría pasar la eternidad en ese recinto, se mostraría capaz de disipar el miedo de los visitantes al país más antiguo del