Los barcos que navegan a la Antártida llevando a miles de turistas deberán adecuarse a nuevas normas de protección medioambiental más exigentes que las solicitadas por los países del Tratado Antártico, actualmente en fase de aprobación en el Comité de Protección del Ambiente Marino de la Organización Marítima Internacional (OMI).
Esa instancia propuso modificar un anexo del Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación por los Buques, de 1973, con el fin de prohibir el traslado y uso de petróleo de cierta densidad, betún, alquitrán y combustibles pesados en embarcaciones que surquen aguas antárticas.
La propuesta fue aprobada por el Comité en su última reunión, celebrada en Londres entre el 13 y el 17 de julio, pero su adopción, que podría incluir modificaciones, se decidirá en la próxima sesión, en marzo de 2010.
En cualquier caso, los barcos que viajen a la Antártida serán sometidos a una exigencia mayor a partir de 2011, la de transportar y usar sólo combustible liviano, más costoso pero menos contaminante.

En los últimos 16 años, el tránsito de turistas a la Antártida aumentó más de siete veces. De los 35 cruceros que llegaron a sus costas en la temporada 1992-1993 se pasó a 258 en el verano austral 2008-2009. Solamente entre 2007 y 2009 se registraron cinco accidentes.
El director de Gestión Ambiental de la Dirección Nacional del Antártico en Argentina, Rodolfo Sánchez, afirmó que “queremos una mayor protección de la Antártida y un turismo controlado, pero la industria turística y algunos países que tienen programas nacionales en el área, como Estados Unidos, pusieron reparos a estas regulaciones, y creo que deberíamos escucharlos”.
El funcionario argentino consideró que la decisión final debería adoptarse “por consenso” y sugirió, por ejemplo, un mayor período de gracia para que las empresas que envían cruceros a la Antártida adapten sus equipos a las nuevas exigencias.
Javier Figueroa, comisionado alterno de la cancillería argentina ante la Comisión Ballenera Internacional y encargado de llevar los asuntos vinculados a la OMI, estimó que la nueva regulación será beneficiosa para la preservación de la Antártida y no perjudicará al turismo.
“El turismo en la Antártida llegó para quedarse. Las nuevas normas podrán afectar el precio de los pasajes, que ahora están entre 5.000 y 6.000 dólares, pero el turista que quiere conocer este destino pagará la diferencia”, asegur