Que el terrorismo afecta al turismo, eso es sabido. Bien lo explicó el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai. “Se han dado cuenta de que es uno de los motores de la economía mundial y de la globalización”, expresó en el último encuentro Forum Europa. También, indicó que “hoy se atacan aeropuertos, playas, hoteles y lugares donde se reúne la gente para causar daño y tratar de perjudicar al país”.
 El responsable de la OMT aseguró:“Los terroristas saben que afectan a la economía del país atacado y que causan caos en el mundo”. Y reflexionó: “Intentan atacar nuestro derecho a ser felices y a disfrutar”. 
A propósito de lo planteado por Rifai, hay tres ejemplos, París, Bruselas y Estambul, que evidencian sus preocupaciones, demostrando que el peligro es real, verdadero y que está latente, algo que los turistas pueden percibir.

¿Siempre nos quedará...?
Según las estimaciones del Observatorio de la Oficina de Turismo y Congresos de París, la capital gala ha perdido cerca de un seis por ciento de las reservas de hoteles en 2016 si toma en cuenta el año anterior. Para ser más específicos y concretos, calculan haber resignado alrededor de 1,3 millones de visitantes. No obstante, las “consideraciones” para el año que acaba de arrancar son buenas. 
Volviendo al estudio realizado por el Observatorio, deja en evidencia de una de las peores cifras en cuanto a hospedaje en mucho, mucho tiempo. De hecho, hay que remontarse varias temporadas atrás para encontrar una cantidad tan magra en materia de reservas parisinas: en 2009, surgieron datos nunca antes vistos, ya que la disminución fue de un 10 por ciento en aquella ocasión. 
Del mismo análisis se desprende otra información de color e interesante para el mercado: hay una caída, de un dos por ciento, de turistas franceses. Por otro lado, en sintonía con una tendencia mundial, ha aumentado (no de manera significativa, pero aumentado al fin) el tan afamado turismo de negocio.
Otro de los actores que mostró su preocupación al respecto fue la Junta de Turismo parisina. Y en palabras de su máximo responsable, Pierre Schapira: “El descenso del 6 por ciento es una sorpresa agradable después del año que hemos sufrido”. Además de atribuirselo al efecto disuasorio, carga específicamente contra los múltiples atentados  que acontecieron en el país. 
Continuando con lo planteado por la Junta de Turismo, los mayores descensos en las reservas de hoteles han venido por parte de Japón, con un 46,9 por ciento menos entre enero y septiembre; Rusia con descensos del 35,5 por ciento; e Italia con un 31,9 por ciento. En cuanto a los visitantes chinos, turistas siempre atractivos y los que más gastos realizan en París, han descendido en un 17,9 por ciento, aproximadamente.
Sobre este último planteo, Schapira asegura que “resulta más difícil identificar el número exacto de turistas que visitan París”, y argumentó que ocurre debido a la gran cantidad de opciones que poseen a la hora de elegir, ya que, por ejemplo, puede ser que “se alojen con amigos, familiares o en apartamentos alquilados en Airbnb”.
En estado de alerta, así están varios de los responsables del turismo francés por estos días. Y es que un estandarte de este sector, el Museo del Louvre, ha perdido un 15 por ciento de visitantes por los atentados cometidos en Francia, durante 2015 y 2016. De acuerdo a este balance, se sabe que finalizó el año con poco más de siete millones de visitas.
De hecho, pudo constatar la dirección del Museo, que uno de los segmento más diezmado fue el de los grupos escolares. El motivo no es otro que el endurecimiento de las medidas antiterroristas del plan Vigipirate: fue creado por el Ayuntamiento de París para aumentar la seguridad ante actos terroristas; y cada vez que es utilizado se precintan las papeleras de los lugares públicos, se prohíbe dejar objetos en consigna en estaciones de tren y aeropuertos, se refuerzan los controles de acceso a lugares públicos, turísticos y administrativos, y es posible que se cierren los guardarropas y consigna de equipajes de algunos museos y monumentos.

Más o menos bien
Bélgica es otro de los destinos que se ha visto afectado por la frágil realidad que vive el mundo entero. Para ser más precisos: tras los atentados terroristas en Bruselas, el 22 de marzo, que dejaron 32 muertos, la tasa de ocupación cayó a mínimos históricos en 2016.
De acuerdo la Brussels Hotel Association (BHA): “En comparación con 2015, la tasa cayó un 10 por ciento, en lo que respecta de lunes a domingo. En el caso de los fines de semana, las noches más populares entre los turistas, el retroceso fue del 22 por ciento”.
Asimismo, agregaron: “La tasa cayó a un 61,8 por ciento en comparación con el 72,5 de 2015, el nivel más bajo desde 2001”. Mientras que “la caída se produjo además pese a una bajada en los precios de un 1,4 por ciento en relación a 2015”.
Por su parte, Rodolphe Van Weyenberght, secretario general de la que develó los números, apuntó que los resultados de 2016 “son la consecuencia del toque de queda de la amenaza terrorista que ha traído este año tristemente histórico”.
Y aunque al igual que Francia, de cara al corriente año las perspectivas “positivas”, 2016 estuvo plagada de malas noticias y augurios. El punto de partida, hay que recordar, fueron los atentados en El Aeropuerto de Bruselas Zaventem y en el metro de Maelbeek.
Producto de esta situación, y con la intención en reactivar el turismo, la BHA puso en marcha una particular campaña para los hoteles: los establecimientos ofrecieron al menos un 50 por ciento de descuento para aquellos clientes que se presente en pijama.
“Estos últimos días muchas personas nos han preguntado cómo podían ayudarnos. La mejor manera de apoyarnos es simplemente venir a dormir al hotel”, indicó en aquel momento van Weyenbergh. 
Promediando el año, el periódico local Le Soir llegó a informar que casi una cuarta parte (2.577) de los 12.000 hoteles, cafeterías y restaurantes bruselenses “está amenazada por la reorganización financiera o la quiebra”. Todo, obviamente, consecuencia de los atentados. También los museos y las atracciones en la región mermaron en su convocatoria (el número estimado fue de 21 por ciento).
Para batallar contra esta imagen negativa que había en el país, el gobierno dirigido por Charles Michel invirtió la friolera suma de cuatro millones de euros en una campaña dirigida a los medios internacionales, turistas, empresarios e inversores. Otra de las medidas, fue posicionar a Molenbeek en el centro de las rutas turísticas propuestas por “Visit Brussels”: El organismo oficial de turismo ofreció desde paseos en bicicleta a visitas “gourmet”, en las que combinar el té moruno con las tradicionales “frittes” belgas (patatas fritas), un gesto para la integración del malogrado barrio en la capital más multicultural de Europa.

Pesimismo
Según el diario Hürriyet: “El número de turistas extranjeros que visitó Estambul en 2016 cayó por primera vez en términos anuales desde 2000, al descender un 26 por ciento, hasta los 9,2 millones de personas”. La mayor caída, informaron, se produjo en el pasado junio, cuando el número de visitantes cayó un 35 por ciento en comparación con el mismo mes de 2015.
Harto conocido es que Turquía en 2016 sufrió una batería de atentados, los cuales dejaron más de 300 muertos,y  alguno de los más cruentos ocurrieron en la capital turca, como el que se vivió en el aeropuerto Internacional Atatürk, que causó 44 muertos. 
De acuerdo al medio, la mayoría de los extranjeros que visitó la ciudad llegaron de Europa (3,9 millones) y de Oriente Medio (2,3 millones). La mayor reducción de viajeros extranjeros por nacionalidades la encabeza Estados Unidos, con un 43,2 por ciento, seguido por Irak, con el 43,1, y Rusia, con el 39,2. Mientras que Estambul es el destino más visitado de Turquía, cuya industria turística supone alrededor del 4,5 por ciento del Producto Interior Bruto.Y si bien aún es prematuro, la situación puede que se agrave con el devenir de los días, motivado por el ataque en una discoteca en Estambul durante la festividad de Nochevieja, que provocó 39 muertos, de los cuales al menos 24 son extranjeros.En vistas de lo que vendrá, Ceit Gurcun, responsable de la asociación agencias de turismo turca (algo así como nuestra FAEVyt), apuntó que “2016 fue un año perdido para el turismo turco” y agregó: “Es imposible que Turquía renuncie al turismo, pero la mayor prioridad del sector es la seguridad.  

¿Egipto se queda sin nada?
La profunda inestabilidad política, luego de la impensada revolución de 2011, la destitución del nefasto presidente Hosni Mubarak y la del aún más polémico presidente islamista Mohamed Mursi en 2013, así como la fuerte y constante amenaza terrorista hicieron huir a los visitantes extranjeros. De hecho, sin la necesaria e imprescindible renta turística y en medio de una crisis económica que no conoce ni respeta límite alguno, Egipto tiene una onerosa dificultad para preservar su fabuloso patrimonio histórico, aquel que lo ha posicionado a lo largo de los años como uno des los mejores destinos en materia de turismo histórico y cultural.Tal es la magnitud de la crisis, que el ministerio de Antigüedades, que se financia gracias a los derechos de ingreso a los museos y sitios históricos, no tiene recursos sin turistas. Las entradas, según informaron, sólo sumaron 300 millones de libras egipcias (algo así como 38,4 millones de dólares) en 2015, contra 1.300 millones en 2010 (220 millones de dólares), según las cifras oficiales y la tasa de cambio de la época.Como era de esperar, las ideas en época de crisis brotan a borbotones. Fue Zahi Hawass, ex ministro de Antigüedades, quien propuso movilizar las exposiciones, mientrás el mercado encuentra la manera de recuperarse. “¿Por qué mantener a Tutankamón en un lugar oscuro del museo de El Cairo? Tutankamón puede traer dinero y, prestándolo a otros países, pagar los sueldos del ministerio durante 10 años”.