Échale la culpa al Titanic
Quienes hayan viajado en un crucero de Costa, MSC, Cunard, Princess, Royal Caribbean, Celebrity Cruises o cualquier otro gran nombre del mundo de las navieras, recordará haber pasado por un simulacro de emergencia, comúnmente llamados drills. Con desgano o disgusto por interrumpir sus actividades de ocio diarias a bordo, todos los pasajeros recién embarcado y aún en puerto, sin importar su edad, deben someterse a una “clase” práctica para conocer en detalle cómo comportarse y qué hacer en caso de un incidente que implique una evacuación.
Con ese contexto en mente, resulta difícil comprender la frivolización en que muchos comunicadores han caído al hacer referencia al turismo de cruceros, a propósito del reciente accidente que sufrió el Costa Concordia en la isla italiana de Giglio. Tal vez aprovechando un poco la memoria colectiva, que suele guardar resquemor ante situaciones que pusieron en vilo a la humanidad, muchos medios aprovecharon la situación hasta retroceder a la actividad a los años del hundimiento del Titanic.
En base a meras adjetivaciones se puso en duda la seguridad de quienes deciden pasar sus vacaciones en un crucero. Sin necesidad de recurrir a información dura y estadística, el “rumor” no tardó en expandirse en la sociedad, por lo que no era extraño escuchar a la vuelta de la esquina “lo peligroso que resulta viajar en un crucero”.
Pocos accidentes
Sin embargo, hoy los cruceros gozan, en proporción, del mayor grado de seguridad dentro de los medios de transporte en la industria turística. Son contadas las ocasiones en los últimos años en que una embarcación con turistas a bordo tuvo que enfrentar problemas graves. Hoy hay aproximadamente 200 compañías que ofrecen cerca de 30.000 cruceros a unos 2.000 destinos, englobados desde los mares de Alaska hasta el mar de Indonesia. En los últimos años, el mercado de los cruceros ha crecido a un 5,6% anual. En el 2011 las navieras han transportado 19,7 millones de pasajeros y las proyecciones para 2012 llegan a los 20,3 millones, con un movimiento total de 34 mil millones de dólares.
Con esos números resulta extraño que se ponga en tela de juicio la seguridad de los cruceros. Previo al extraño accidente del Costa Concordia, y en el transcurso de los últimos 30 años, sólo se pueden resaltar el choque del Sea Diamond contra un arrecife de la isla griega de Santorini en 2007, el crucero italiano Costa Europa que pegó contra un muelle en Egipto por culpa del mal tiempo en 2010 (tres muertos), y el caso del Royal Pacific en 1992 cuando colisionó con un barco pesquero, pero sin víctimas mortales en ambos casos. En los últimos diez años se pueden contabilizar apenas el accidente del Explorer II en la Antártida, un incendio parcial en un crucero, dos cuarentenas, uno por intoxicación en 2010 y otro por casos de Gripe A.
Sin sustento
Es evidente que desde hace unos años la industria de los cruceros ha ido creciendo, no solamente en cantidad de pasajeros transportados, sino también en el tamaño de las naves. Actualmente hay barcos como el Allure of the Seas y el Oasis of the Seas, de Royal Caribbean de 220 mil toneladas, siendo los más grandes del mercado.
Pero el tamaño no tiene ninguna incidencia sobre la seguridad. Estas naves se benefician de la más alta tecnología en la materia y que los accidentes tales como el del Concordia son rarísimos en la historia de los cruceros.
Ricardo Marengo, director editorial de Noticias de Cruceros, da sus razones empíricas para justificar que el crucero “sigue siendo el medio de transporte más seguro del mundo”. Según el especialista, casos como el del “hundimiento del Explorer II en la Antártida, lo demuestra: en un lugar inhóspito, con la ciudad más cercana (Ushuaia) a mil kilómetros, y donde uno no puede soportar el frío del agua más que por unos minutos, no hubo víctimas fatales”.
“En la historia de los accidentes de cruceros no hay una cantidad de víctimas que pueda justificar que los cruceros no sean seguros”, detalló Marengo y agregó que “lo del Costa Concordia fue algo excepcional”, pero que incluso en ese accidente “hay que destacar que la tripulación logró evacuar 4.200 personas en tan sólo una hora”.
Seguridad ante todo
Los escasos accidentes, y las pocas víctimas fatales, justifican la aseveración de que los cruceros no son peligrosos. Esto lo confirma Juan Manuel Figueirido, jefe de Ventas de Discover The World Marketing: “Los barcos son seguros. Por ejemplo, siempre hay ‘drills’ de emergencia para educar a los pasajeros. Los botes salvavidas duplican en capacidad a la cantidad de pasajeros, todo está señalizado en caso de emergencias y además la tecnología de avanzada que se utiliza en los radares y sistemas de ubicación permite detectar cualquier obstáculo para la navegación a kilómetros de distancia, incluso tratándose de temporales o huracanes, tan típicos del Caribe”.
“Las normas internas al barco son estrictas tanto para los pasajeros como para la tripulación. Semanalmente se hacen pruebas de salvataje. Además, se respetan absolutamente todas las normas internacionales marítimas y se hace hincapié en la salubridad, el manejo de materias primas y el procesamiento de los alimentos”, detalló Figueirido, y agregó que son contadas con los dedos de una mano los accidentes en cruceros que recuerda en sus años de experiencia en el segmento.
El trabajo de la OMI
Más allá de las normas a respetar dentro de una embarcación, a lo largo de los años se han elaborado diferentes tratados y convenciones con el objetivo de mejorar la seguridad marítima. En 1913, tras lo sucedido con el Titanic, se estableció la Patrulla Internacional de Icebergs. En 1936 se impulsó la Convención Internacional para la Seguridad Marítima, a fin de regular la construcción de buques, y desde entonces ha sido frecuentemente actualizada. Para impulsar estas reglamentaciones, la Organización Marítima Internacional (OMI) juega un papel de gran importancia. Este organismo especializado de la ONU, promueve la cooperación internacional en cuestiones técnicas que afectan a la navegación. Hoy hay más de cuarenta convenios y protocolos internacionales que velan por la seguridad en alta mar así como la prevención de la contaminación marina que pudieran ser ocasionadas por los barcos.
Con respecto al naufragio del Costa Concordia, la OMI reconoció que la situación podría obligar a revisar la normativa de seguridad de los grandes barcos de pasajeros. El secretario General del organismo, Koji Sekimizu, afirmó que no se pueden “tomar el accidente a la ligera”
El hundimiento del Titanic quedó lejos en la historia. A punto de cumplirse 100 años del accidente que marcó para siempre a la industria comercial naviera, es necesario evaluar todo lo que han avanzado los viajes marítimos y la seguridad que los rodea a partir de ese acontecimiento para evitar transformar un hecho aislado en una noticia viral que merme los frutos de una de los segmentos del turismo mundial que más ha crecido.
Los tratados de la OMI
-El Convenio Internacional para la seguridad de la vida humana en el mar (SOLAS). Es él más importante de todos los tratados que se ocupan de la seguridad marítima Normas sobre diseño, prescripciones contra incendios, elementos de salvamento, comunicaciones, sistemas de propulsión y gobierno, cargas, etc.
-Prevención de la contaminación en el mar (MARPOL).
-El Sistema de comunicaciones (INMARSAT), que gestiona un sistema de satélites que facilita la movilidad de las comunicaciones por tierra, mar y aire.
-El Reglamento para prevenir colisiones y abordajes (COLREG), que hace a las reglas de gobierno, luces y marcas que deben llevar los buques y otras pautas para evitar abordajes en la mar.
-El Convenio Internacional sobre normas de formación, titulación, y guardia para el personal de los buques.