El aeropuerto de Berlín Brandenburg está envejeciendo. Está a punto de cumplir sus primeros cinco años. Sin embargo, aunque está exteriormente acabado desde 2011, cuando debía de haber entrado en servicio, aún no se ha inaugurado. O sea, se está volviendo viejo, sin que ni un pasajero lo haya utilizado jamás. Su fecha de inauguración sigue aplazándose. Ahora estaba fijada para octubre de 2017, pero hay indicios que de podría volver a retrasarse, cosa que el Gobierno no quiere ni contemplar.

La noticia de última hora que asedia al interminable aeropuerto berlinés es que quizás tampoco se pueda inaugurar como estaba previsto ahora, en la segunda mitad de 2017, porque de nuevo la empresa ha pedido una prórroga para poder resolver problemas que han vuelto a aparecer en el sistema de extracción de humos, según informa la prensa de la capital del país. La prórroga se ha solicitado, pero no se sabe si finalmente los cambios se podrán o no llevar a cabo dentro de la agenda existente. O sea que todo apunta a que el aeropuerto podría ser inaugurado –suponiendo que finalmente llegue a terminarse– con un retraso de más de siete años. La perfección alemana, en absoluto entredicho. Un desastre inadmisible. El propio diseño del edificio habrá quedado desfasado antes de que un solo pasajero entre en él.

El Gobierno alemán, pese a las informaciones de prensa que apuntan a nuevas prórrogas, mantiene que esta vez sí, el aeropuerto se inaugurará antes del final de 2017. El portavoz de Merkel dice que espera que la empresa cumpla sus compromisos, porque los retrasos ya son descomunales. En todo caso, este mes de octubre se tendrá que saber definitivamente la decisión, porque las compañías esperan disponer de un año de plazo para poder trasladarse definitivamente. La gran afectada por esta catástrofe es Air Berlín, que está operando prácticamente en precario desde Tegel, un aeropuerto absolutamente desfasado para la capital de Alemania.

Este no es todo el problema de Brandenburg, sino que hemos de sumar la cuestión de los costes. El aeropuerto se había diseñado para que tuviera un coste de 2.700 millones de euros, una cifra de por sí ya importante. Sin embargo, el caos que se ha generado con el sistema de extracción de humos, entre otras cosas, ha disparado el precio estimado hasta los 6.600 millones de euros, más del doble que la estimación inicial.

El desastre del aeropuerto no tiene precedentes en Alemania. Durante estas obras de reconstrucción, que suponen desmontar una parte de lo ya hecho y volverlo a construir, se identificaron paredes que no se sostenían y que no tenían los requisitos mínimos aceptables, además de centenares de aparatos detectores de fuegos, que no funcionaban, lo cual es una muestra sin precedentes del caos en el que se ha sumido esta gran obra. Cada día aparecen nuevos problemas que suponen modificaciones estructurales en cadena.

Cuando ocurre un desastre así, nunca se sabe cómo acabarán las cosas. Por ejemplo, ahora ha aparecido un grupo de gente, relativamente importante, que pide que no se cierre el aeropuerto de Tegel, el que actualmente es el más grande de Berlín. El número de firmantes aún no basta para poder obligar a los poderes públicos a tomar la decisión de mantenerlo abierto, pero en unos meses podrían recoger el número de firmas suficientes para finalmente impedir su cierre, en cuyo caso los problemas se ampliarían porque Berlín tenía decidido cerrar todos los aeropuertos para reemplazarlos por la nueva te