La Trochita: un recorrido que despierta los ecos del siglo XX
Las largas formaciones de vagones, cargados primero con mercancías y luego con sueños de pasajeros, fortalecieron la economía y la comunicación de la región.
Hace casi un siglo, desde 1945, La Trochita, el Viejo Expreso Patagónico, surca la vasta estepa como un viajero eterno, reflejo vivo de la identidad del sur argentino. Este tren, venerable y querido, ha bordado con su noble porte los paisajes idílicos que enmarcan su angosta trocha de 75 centímetros, un rasgo distintivo que no ha hecho más que realzar su presencia imponente y dejar una marca indeleble en la historia de la región.
Este tren no es solo una reliquia; es un contador de historias, un cronista que, con cada chirrido y bufido de vapor. Desde 1945, cuando su silueta de hierro apareció por primera vez en Esquel, ha tejido un lazo entre la naturaleza y el hombre, engalanando con su presencia férrea y majestuosa las tierras patagónicas.
En su juventud, las largas formaciones de vagones, cargados primero con mercancías y luego con sueños de pasajeros, fortalecieron la economía y la comunicación en la región. Lejos de perder su vitalidad, Lao Trchita se ha convertido en un guardián de recuerods, un atractivo turístico que preserva intacta el alma de sus días de gloria.
Hoy en día, un tren con más de cien años sigue avanzando con altivez y majestuosidad sobre sus vías originales. Cada tablón de los vagones, cada caldera, y cada engranaje de las locomotoras cuentan una historia de amor y dedicación.
Los artesanos que mantienen las piezas centenarias originales o crean réplicas exactas están movidos por una herencia que, en algunos casos, pasa de generación en generación.
Este profundo sentido de pertenencia y respeto infunde a La Trochita un carácter especial. No se trata solo de viajar en un tren antiguo, sino de experimentar el legado vivo de una tradición que sigue siendo guiada por el respeto y la pasión de quienes lo mantienen en marcha.
El Viejo Expreso Patagónico es mucho más que un tren; es una puerta abierta a un viaje en el tiempo. Es una invitación a trasladarse a épocas pasadas, a experimentar el trayecto tal como lo hicieron hombres, mujeres y niños en tiempos en los que solo este tren era su medio de desplazamiento.
La Trochita encarna un período y una visión que, cargados de la pasión y el esfuerzo necesarios para su construcción y funcionamiento, siguen vivos en cada viaje. Aunque las circunstancias han cambiado, el espíritu que la rodea mantiene la esencia de su legado, ofreciendo una experiencia única.
Con salidas programadas en septiembre los días sábados a las 10 de la mañana, durante octubre y noviembre amplía la cantidad de días. La Trochita brinda un recorrido que va más allá de un simple trayecto.
Avanzando por los faldeos de los cerros que abrazan la ciudad de Esquel, el viaje se convierte en una inmersión en un pasado envuelto en un etéreo velo romántico, lleno de historias, leyendas y anécdotas que cobran vida en cada curva y cada estampa del paisaje.