“El umbral es la mitad del camino”
Derribando estereotipos, Hamurabi Noufori presenta con claridad de conceptos el trabajo que viene realizando la Secretaría de Turismo de la Nación en los países árabes: un nuevo mercado que consolida la diversificación de los flujos turísticos.
¿Qué trabajo realiza la Secretaría de Turismo en los países árabes?
Enrique Meyer ha tenido una visión respecto de cómo ir construyendo espacios más allá de lo que es la actividad económica. Esto es, haciéndose cargo del rol del Estado en asumir responsabilidades que el sector privado nunca asumiría, porque no es su función. Y en este sentido pensamos en esta gestión que el turismo también es un elemento constructor y reconstructor de las imágenes y autoimágenes que nosotros podemos ofrecer y que vamos construyendo en este diálogo con la imagen que los turistas tienen de nosotros, en algunos casos estereotipadas. Ese tipo de cuestiones nos parecen centrales porque pululan mucho estas teorías de los choques culturales, civilizatorios, de los problemas migratorios y demás. El gran desafío del S.XXI parecería ser el asunto de las diferencias cuando en realidad, uno de los grandes motores del turismo es ser una actividad en la que se paga para encontrarse con la diferencia, natural, humana, de situación, de oportunidades y otras. Ese ha sido siempre el gran plus del asunto de los viajes desde la historia antigua hasta nuestros días. Sin duda van a existir y van a seguir existiendo las estereotipaciones cuyo modelo ejemplificador es el souvenir. Uno cuando viaja necesita un reaseguro de la memoria o de la experiencia vivida y quiere un pedazo de esa diferencia. En este sentido, en la apertura de nuevos mercados el estado necesita asumir que debe hacer conocer al país más allá de los límites en los que habitualmente estamos habituados a hacerla conocer y esto necesariamente involucra una labor de traducción cultural, ahí está mi trabajo.
¿El turismo puede provocar la unión de dos culturas diferentes?
El turista busca la diferencia y eso necesariamente implica siempre un grado de contacto con ella. Se pueden ensayar muchas cápsulas pero en algún momento hay que salir de ella y necesariamente la cápsula tiene que estar piloteada por locales. Por lo tanto siempre algún grado de contacto y de involucramiento con la diferencia hay, voluntaria o involuntariamente. Por otro lado habría que decir que cuando alguien invierte plata y sale de su casa, corre el riesgo de romper con todo lo conocido. Con lo cual hay una predisposición que contribuye a la construcción de un clima de aceptación de la diferencia, porque la va a buscar. En la medida en que uno se va familiarizando con diferencias, estas adquieren su verdadera dimensión. Esto es llevar el individuo a los hechos y no viceversa, que sería la tarea de los medios, por ejemplo. Con todo esto, lo relativo no se convierte en absoluto, no hay generalizaciones, se reduce ese margen porque el individuo conoce y se encuentra con otro de la misma especie. El Estado introduce una variable en ese contacto con la realidad que al final va a redundar en beneficio de la actividad privada, porque necesariamente eso se va a traducir en un producto turístico nuevo. Pero es algo para lo cual el sector privado no está preparado y tampoco es justo exigírselo. El riesgo de ruptura en la conceptualización del otro como semejante disminuye porque es donde se generan los procesos de segregación y exclusión y los famosos mitos que se asignan a incompatibilidades culturales.
¿Cómo se maneja el tema de los prejuicios?
Esa es la clave: el turista encuentra un semejante, lo reconoce, el otro lo reconoce a él y el proceso es de ida y vuelta, tanto para el turista como para el local. Esa proclividad a las generalizaciones por las cuales después juzgamos a las personas por lo que son y no por lo que hacen, disminuye. Por ejemplo, los estigmas de la comunidad árabe en la actualidad.
Ese valor cultural del turismo no se suele tener en cuenta…
La visión de este secretario es algo que no es común en este asunto: de que la diferencia es un valor y desarrollar un área en este tema. Trabajar en este campo nos hace empezar a ver contactos en un nivel más claro. Este reajuste de las imágenes es lo que primero va a favorecer el contacto de los hombres de negocios. Por ejemplo, el caso de Jordania, que es un país que ha desarrollado muy bien su estructura de turismo receptivo y su promoción turística en el exterior. Pero además ha tenido una política de imprimir material de difusión de Jordania en todos los idiomas y bien redactadas. Es el primer país del mundo árabe que yo encuentro con una estructura muy parecida a la nuestra, un Ministerio de Turismo y además un Inprotur. Pero el Inproutr de ellos tiene diez años.
¿Qué relación de intercambio de turistas tiene Argentina con Jordania?
Hoy somos un país fundamentalmente receptor de turismo más que emisor, no obstante lo cual, es importante la cantidad de argentinos que van a Jordania. Para empezar a pensar en negocios hay que salir un poquito de esa dinámica de “club de receptores” por un lado y “club de emisores” por el otro porque hay negocios que son de ida y vuelta y los flujos son de ida y vuelta. Hoy los operadores, tanto argentinos como jordanos que quieren intercambiar turistas, tiene que usar como referentes a los operadores españoles.
Es necesario explotar la experiencia que tiene España como país de recepción de turismo de ese mercado. No están en la búsqueda del beduino, han sido capaces de procesarlo y separar los prejuicios que recaen sobre ese mercado. Y han hecho un trabajo de captación y de presencia como destino turístico que durante mucho tiempo, especialmente en la época de Franco estuvo fuera de ese menú por la ocupación de algunos enclaves marroquíes que, a comparación de Francia eran mínimos, pero en la imaginación de esas sociedades estaban magnificados. La otra gran paradoja es que aunque Argentina y Jordania somos destinos turísticos no competimos por el mismo público porque el fuerte de esas regiones es siempre el patrimonio histórico más que el natural. Lo que sí compartimos es una diversidad religiosa y cultural que, en nuestro caso, cada vez gana más espacio de reconocimiento y visibilidad mientras que la de ellos está, en algunas áreas, en retracción por los conflictos y prejuicios que se proyectan y rebotan.
¿Qué percepciones se cruzan entre los argentinos y los árabes?
Hay muchas maneras de representar y todas distorsionan. El tema es ser conciente de esa distorsión. Un árabe nacido en Ceuta en el año 1100 que se llamaba Al-Idrisi, hacía un planisferio en donde curiosamente tenía invertido el norte y el sur. Esto indica que la imagen del mundo que tenían esas poblaciones en ese momento era como que el sur era su prioridad y no tanto el norte. Ellos tienen que volver a dar vuelta ese mapa. Las palabras y las frases forman parte de la percepción de lo real. Los niños reciben todo lo que les llega de los discursos hegemónicos del ámbito de lo mediático y lo que transmiten es que los árabes son diferentes, por eso hay niños que piensan que los árabes son de otro planeta. El proceso que tienen que hacer ellos de dar vuelta su mapa es mucho más sencillo que el nuestro de volver a incluirlos en el planeta. Para poder pensar a los árabes como turistas primero hay que pensarlos como cultura.
¿En qué parte de ese proceso estamos?
Yo creo que estamos en un más cero. En estos procesos primero hace falta desarrollar una sensibilidad, después concientizar mediante la capacitación y después viene la acción o la práctica pero estamos en la formación de esa sensibilidad en el sector privado. Nunca más cierto el proverbio árabe que dice que «el umbral es la mitad del camino». Desde hace cuatro años la gestión de Enrique Meyer está manteniendo una fuerte presencia argentina en el Arabian Travel Market, la feria de Dubai.
¿El conflicto dejó de estar en el centro?
Hay una decisión que corre por otros canales diferentes al tema del conflicto que hay en esa zona. Antes el conflicto monopolizaba cualquier espacio que tuviera en el pensamiento de lo económico o lo cultural. Yo creo que está dejando de monopolizar el pensamiento de negocios y el pensamiento cultural. En ese sentido, este Gobierno ha trabajado mucho en ello. Hoy se ha descubierto que se pueden hacer cosas. Antes de estos dos últimos gobiernos parecía impensable. De cara a la presión mediática y a los discursos hegemónicos eso es un gran paso. Ya pasaron casi diez años y los resultados son cada vez más desastrosos. Se ha abierto una brecha de duda y de consideración de las alteridades, una conciencia de especie más inclusiva y eso necesariamente va a favorecer la diversificación de los flujos turísticos. Y no es casual el caso de Dubai que ya está compitiendo como polo de las comunicaciones aéreas. Además ellos están empezando a mostrar interés en invertir en Argentina. Es un proceso que apunta a una consolidación en la que países como Chile y Brasil nos llevan ventaja.
¿Qué les atrae a los árabes de los argentinos?
Primero diría que en la cuestión de la naturaleza nosotros tenemos dos ventajas fundamentales que son el agua, algo de lo cual casi carecen. Nosotros la tenemos en todas sus formas y cuando ven estas cosas dicen: “yo no sabía que parte del paraíso estaba en la tierra”. Por otro lado se llevan una gran sorpresa con la diversidad de la población, algo que pasa inadvertido para nosotros y aunque no manejan la lengua pertenecen a la misma familia de las sociedades de contacto, tienen una burbuja corporal similar, donde la invasión del espacio corporal es muy similar. Cuando llegan a la Argentina se sienten con cierta sensación hogareña que no esperaban. Ellos tienen una imagen nuestra muy diferente. Nuestra solidaridad con el turista es bastante parecida a la que practican ellos. Además no se encuentran con maltrato en los aeropuertos por parte de las fuerzas de seguridad. Ellos dejaron de ser tratados como personas en los lugares que solían visitar. Igualmente tienen más información de nosotros que nosotros de ellos o quizás sean un poquito más curiosos.
Trayectoria y compromiso