Se trata sin duda de un fracaso anunciado, sobre todo después de que en el primer año trimestre de este año el número de personas que viajaron con billetes de primera clase se contrajera cerca de un 20%.
A partir de entonces, el descenso fue vertiginoso. En abril, el descenso se cifró en un 22%. Y en mayo de un 23,8%, según los últimos datos facilitados por la IATA, de los que se hace eco sepla.es.
Ese mes la ocupación retrocedió por decimosegundo mes consecutivo. Las únicas regiones que se salvaron fueron el continente africano y China (en sus vuelos domésticos), donde se percibieron signos de crecimiento en la cifra de personas que usan la primera clase. La subida fue no obstante de apenas un 1,1%. La patronal lo atribuye al ligero crecimiento que experimentan sus economías.
Con este negro escenario de fondo, no se puede evitar confirmar que lo más grave está por llegar. El balance esta tan negativo que algunas compañías se plantean incluso la posibilidad de eliminar la primera clase en vuelos de corto y medio recorrido, como es el caso de British Airways, según publicó recientemente The Times.
Las compañías ni siquiera consiguen llenar las plazas más económicas. En mayo, la cuota de pasajeros que usó la primera clase se redujo un 7,6%, la mayor caída del año. Los expertos se preguntan si la reducción del tráfico aéreo ha tocado fondo, como sucede ya en el sector turístico en general.
Para saberlo, habrá que esperar que termine el verano. De momento la confianza empresarial sigue debilitándose, según la encuesta realizada por la IATA en julio. En el segundo trimestre el 100% de los miembros de la IATA registró pérdidas.