El hombre ha evolucionado de la mano de los avances tecnológicos y con él la sociedad. La adaptación de los formatos de trabajo será fundamental en el futuro inmediato ya que de otra manera, es muy probable que las personas o las empresas se queden en el camino. 

En la “Cuarta Revolución Industrial” 

“Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes”, proclama Klaus Schwab, autor del libro “La cuarta revolución industrial” en el sitio bbc.com 

“La cuarta revolución industrial no se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, sino por la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital (anterior)”, afirma Schwab, que también es director ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF). 

“Hay tres razones por las que las transformaciones actuales no representan una prolongación de la tercera revolución industrial, sino la llegada de una distinta: la velocidad, el alcance y el impacto en los sistemas. La velocidad de los avances actuales no tiene precedentes en la historia. Y está interfiriendo en casi todas las industrias de todos los países”, destaca el especialista.

Esta revolución es la continuación de otros importantes procesos históricos. Entre 1760 y 1830 se dio la primera, en donde se pasó de la producción manual a la mecanizada; la segunda se produjo al poco tiempo (en 1850) cuando se introdujo la electricidad y permitió que la manufactura se realice en masa. Para mediados del siglo 20 apareció la tercera con la llegada de la electrónica y las telecomunicaciones. 

Según un informe del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) titulado “El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe: ¿Una gran oportunidad para la región?”, lo que diferencia de la cuarta revolución industrial con las anteriores es la velocidad de los cambios. “Aquellos que predicen alteraciones radicales en el mercado de trabajo argumentan que vivimos en tiempos exponenciales, en los que todo parece cambiar más rápido. Como nuestra capacidad de adaptación es limitada, estos cambios tecnológicos vertiginosos pueden representar un problema. Las personas tardamos años en desarrollar nuevas habilidades y asumir nuevas tareas (a veces resulta imposible) y, al mismo tiempo, los gobiernos se mueven incluso más despacio para explotar las nuevas tecnologías. Esta es una consideración relevante, puesto que la evidencia muestra que la adopción de nuevas tecnologías se está acelerando. Es lo que podemos llamar un verdadero tsunami tecnológico. En el pasado, podía tardar una o varias generaciones, pero hoy en día ocurre en pocos años”, detallan. 

Este nuevo proceso revolucionario tiene algunos factores claves que ya se ven en la gran mayoría de los países. Por un lado se encuentra la tendencia a la automatización de la manufactura y por el otro la intermediación. Aunque en esta etapa la que reina es la incertidumbre porque algunos vaticinan que con la automatización se pierdan millones de puestos de trabajo alrededor del mundo, mientras que otros aseguran que reemplazará tareas, pero no puestos. 

En el informe del BID también se destaca que además del avance de la tecnología, en lo que refiere puntualmente a Latinoamérica, también hay un factor determinante que va a impactar en el futuro del trabajo y es el envejecimiento poblacional. “Sigilosa e inexorable, la evolución demográfica va transformando a su paso el tejido social y económico de los países de la región”, afirman. 

¿Preparados para la cuarta?

“La cuarta revolución industrial es una oportunidad que la región no puede dejar pasar”, sostienen desde la entidad. 

Que esto se convierta en una realidad dependerá, en parte, de cómo las nuevas tecnologías sirvan como transformadoras y cómo los  gobiernos, empresas y trabajadores sean capaces de adoptarlas y absorberlas. “La gran promesa de todos estos avances es que van a incrementar la productividad de las economías y, por ende, a mejorar las vidas de los ciudadanos. Esto será posible siempre y cuando se tomen acciones para adoptar las tecnologías más prometedoras y se invierta en las personas para acompañar estos cambios”, explican desde el BID. 

Pero en este contexto aparece otra tendencia tecnológica que tiene que ver con el surgimiento de plataformas que actúan como intermediarias que ofrecen servicios a petición de la demanda. En turismo es muy común en la reserva de hoteles o vuelos, algo que de alguna manera termina reemplazando, hasta cierto grado, la figura del agente de viajes (ver recuadro “El turismo avanza a la inteligencia artificial”).

Según el BID, el efecto directo de esta tecnología es que, de alguna manera “se aumenta la cantidad de trabajo y el capital efectivo de la economía”. Un ejemplo de esto sería el departamento que no se usa, que ahora se puede convertirse en un alojamiento de alquiler temporario a turistas; lo mismo con el auto que durante parte del día queda estacionado, y desde ahora puede trasladar pasajeros y generar ganancias a su propietario, sin estar atado a horarios fijos. 

“Alguien que tenía talento y no disponía de un mercado para desarrollarlo ahora puede ofrecer sus servicios a, prácticamente, todo el mundo. En definitiva, un mayor uso de capital y trabajo que antes estaban ociosos ahora puede tener efectos positivos en el crecimiento de los países”, sostienen desde la entidad financiera. 

Economías colaborativas… ¿y después?

La llamada “urberización” o economía colaborativa o informal, ha generado tanto dolores de cabeza como oportunidades de trabajo o negocios. Los ejemplos sobran y van desde plataformas como AIRBNB, Cabify, el propio UBER o servicios de delivery como Rappi y Glovo, que han generado polémica debido a la precarización laboral de sus trabajadores y su concepto de “sé tu propio jefe”. 

Una de las principales críticas que sostienen la parte negativa de esta tendencia, es que los últimos eslabones de las empresas (deliverys, choferes, anfitriones, etc.) no están insertos en el campo laboral formal, por lo que quedan afuera de los contratos, aseguradoras de riesgos de trabajo, medicina prepaga, vacaciones pagas, entre otros conceptos laborales; además de que en muchos casos la actividad no está regulada, por lo tanto, es ilegal. Al esquivar todas estas obligaciones impositivas, la empresa ahorra costos y la pérdida es menor. 

Nómades digitales: cambio de paradigma

Trabajar y viajar al mismo tiempo ya no es una utopía, sino una realidad cada vez más latente. En 2016, la agencia laboral de teletrabajos FlexJobs, afirmaba que viajar era la segunda razón principal para elegir un lugar de trabajo según los millenials. 

Los avances tecnológicos en materia de comunicaciones permiten que el teletrabajo sea una opción accesible y cada vez más popular, incluso para personas con carreras consolidadas que buscan salir de la rutina. Lo más importante es que se especula con que en el año 2035 habrá mil millones de nómadas digitales en el mundo, es decir entre el 11 y el 12% de la población global combinará al mismo tiempo viajes y trabajo, lo que implica todo un desafío para las industrias. 

La oficina del nómada digital no estará atada a un lugar, bastará con tener una computadora portátil y buena conexión a internet. En base a esto, también habrá una tendencia a la creación de espacios coworking, otra tendencia que va en crecimiento ya que estos espacios se alquilan por horas y tienen todos los servicios necesarios para poder trabajar a distancia y las empresas ahorran costos de mantener una oficina. 

Países en donde la penetración de Internet en los hogares es muy alta la incidencia del ámito laboral ya está en plena transformación. Precisamente en el turismo es donde mejor se adapta ese cambio de paradigma. En los Estados Unidos una encuesta reciente dejó ver que más de la mitad de los agentes de viajes de ese país realiza su trabajo en su domicilio. La encuesta recalca que ha habido un importante incremento de esta actividad ya que en 2010 el porcentaje de agentes freelance era del 31% pasando al 45 % en el 2012.

El mundo de los viajes ha evolucionado mucho estos últimos años, sobre todo porque la forma de vender viajes ha cambiado radicalmente desde la llegada de Internet a nuestras vidas. Han desaparecido buena parte de las agencias de calles y los viajeros han empezado a buscar opciones por su cuenta utilizando sus dispositivos. Pero después de un boom del “buey solo bien se lame” las cosas también están cambiando en este aspecto y se está viendo una evolución muy clara en los clientes que agradecen cada vez más tener un interlocutor a la hora de contratar sus viajes. Por lo menos en Estados Unidos los usuarios  han perdido en gran parte la costumbre de acudir a una agencia minorista en una oficina o local y prefieren un agente de viajes freelance que los atiende directamente por teléfono, los aconseja y les organiza el viaje cómodamente desde casa sin tener que desplazarse a un sitio concreto o amoldarse a unos horarios que no siempre son cómodos.