La industria turística está sufriendo una de sus peores rachas históricas.
Desde el atentado de las torres que no se producía un declive tan importante en el mundo.
La semana pasada los operadores españoles ofrecían importantes descuentos y todo tipo de ventajas para atraer a los ocasionales viajeros; los escoceses acusaban serias dificultades financieras y los alemanes veían con reservas las posibilidades de los destinos a más de 6 horas de su país.
México sufre las consecuencias de su sinceridad con la gripe A y Estados Unidos las de su cotidianeidad ante la misma influenza.  
La incertidumbre del vuelo 447, el temor de un rebrote terrorista y la fluctuación de las economías hace de la actividad turística una actividad secundaria cargada de lujos prescindibles a la hora de tomar decisiones.
La inestabilidad laboral atenta seriamente contra las posibilidades de viaje de mucha gente y se hace sentir al momento de ver los números.
La caída generalizada de las ventas está presente en todas partes y donde puede se hace sentir con la cruda realidad de fondo.
Nuestro país no es la excepción y a todos los dramas del mundo le agregamos nuestros propios dramas. Inseguridad, inflación, elecciones. Nuestros propios dramas.
Hace ya algunas semanas que escuchamos de boca de agentes de viajes, hoteleros, operadores y líneas aéreas que la venta está parada.
Muchos consultan para saber si son ellos o es el mercado; y la realidad es que es el mundo, esta vez ni siquiera podemos argumentar que somos nosotros.
Como si todo esto no fuera poco la actividad se transforma día a día sin dar tiempo a establecer cuáles serán los nuevos paradigmas a resolver.
Los tiempos que se avecinan no serán fáciles, la crisis del mundo alcanza al turismo en todas sus formas y a pesar de todo ello la única fuente de la que se nutren los países de mayor desarrollo económico y turístico sigue sin ver la luz en nuestro país.
Una vela a la derecha por favor.  

Manuel Sierra
msierra@mensajeroweb.com.ar