Hace algunos años surgió como una idea alocada sólo para multimillonarios, pero el último tiempo se convirtió en un segmento más cercano.

Corría el año 1984, en el mundo se vivía un auge de los viajes apoyado en un mayor poder adquisitivo que permitía asomarse a la idea de explorar el mundo. Richard Branson tenía que ir de Puerto Rico a las Islas Vírgenes Británicas, pero la salida se demoró mucho más de lo tolerable. El empresario optó por averiguar cuánto salía un avión privado, dividió el costo por la cantidad de pasajeros que estaban a bordo y así, casi de casualidad, se vio inmerso en un nuevo negocio: Virgin Galatic. De esta manera irrumpió en el mercado aerocomercial. La marca matriz, que había sido dueña de un sello discográfico y tiendas de discos, usó el marketing y las relaciones públicas a su favor cambiando la lógica del mercado haciendo que el volar sea asequible para todos. En medio de este despegue, Branson hizo cualquier cosa para llamar la atención, la estrategia incluyó globos aerostáticos, rápel por los rascacielos de Manhattan o los besos de las Spice Girls. Todo con el objetivo de que el mundo sepa que sacar un ticket con la compañía era tener un pase a una nueva aventura. Casi 40 años después de aquella entrada innovadora, la compañía lucha por mantenerse en pie tras los daños que produjo la pandemia, pero su fundador hace rato que ya estaba con la mente en una nueva era: el turismo espacial.

Tres para ganar
Tal como ocurrió en los 60, en el comienzo de este siglo la carrera por tener el dominio espacial se volvió una constante, pero ahora, 50 años después la lucha estaba comandada por empresarios multimillonarios que veían a los viajes fuera de la tierra como una de las grandes fortalezas del futuro.
Uno de ellos fue Jeff Bezos, quien eligió al 20 de julio de 2021, aniversario de la llegada del hombre a la Luna, para ir con su propio cohete al espacio exterior y demostrar que esta aventura estaba totalmente al alcance de, obviamente, una elite de viajeros.
En 1994 había fundado Amazon y sobre esa base, a comienzos de este siglo inició el desarrollo de Blue Origin, compañía que planeaba realizar vuelos suborbitales y orbitales. El proyecto de a poco fue convirtiéndose en realidad. En 2005, el aviso del comienzo de la construcción de un vehículo suborbital capaz de llevar tres o más astronautas al límite del espacio fue noticia en los principales medios de comunicación de todo el mundo. En 2015 lograron aterrizar correctamente un cohete y a partir de ahí los hechos marcaron el ascenso. Pero, en paralelo, se gestaba otra historia. Elon Musk es un arquitecto de producto y conocido por ser el autor del desarrollo de automóviles eléctricos Tesla Motors, ya estaba poniendo en marcha Space X.


La compañía surgió en 2002 y uno de sus hitos data de cuando se transformó en la única empresa privada capaz de devolver una nave espacial desde la órbita terrestre baja. En 2012, Dragon se convirtió en la primera nave espacial comercial en entregar carga desde y hacia la Estación Espacial Internacional. Pero eso no fue todo, en 2020 SpaceX se transformó en la primera empresa privada en llevar humanos allí. Una de las filosofías que envuelve a la compañía es la creencia de que un cohete completamente reutilizable es el avance fundamental necesario para reducir sustancialmente el costo del acceso al espacio, ya que la mayor parte del gasto proviene de la construcción.

El límite no es el cielo
Para Blue Origin el gran hito llegó este año, la nave denominada New Shepard, y diseñada para servir al naciente mercado del turismo espacial, despegó a las 13:12 GMT desde un centro privado de lanzamiento cerca de Van Horn, Texas, y poco después ya había salido de la órbita terrestre y alcanzó 106 km de altura. De esta manera cruzó la línea Kármán que es el límite entre la atmósfera terrestre y el espacio. En ese punto, el ambiente se vuelve demasiado delgado como para proporcionar suficiente apoyo para que los aviones convencionales mantengan el vuelo, es decir, correrían el riesgo de caer de nuevo a la Tierra. El viaje duró 11 minutos y la tripulación estaba compuesta por Bezos, su hermano Mark, la pionera de la carrera espacial Wally Funk y el estudiante Oliver Daemen. Funk, con 82 años, y Daemen, con 18, se convirtieron en la persona de más edad y en la más joven en viajar al espacio.
Pero en medio de este escenario exitoso para la compañía, hubo otro dato sobresaliente. New Shepard se convirtió en el primer vehículo comercial con una licencia de lanzamiento reutilizable suborbital para transportar clientes, tanto cargas útiles como astronautas, al espacio. Blue Origin espera volar dos vuelos tripulados más este año y otros tantos en 2022. Por su parte, la nave espacial Dragon de SpaceX completó su 22a misión de Servicios de reabastecimiento comercial (CRS-22) hacia y desde la Estación Espacial Internacional de la NASA, regresando con éxito y chapoteando en la costa de Florida el viernes 9 de julio a las 11:30 p.m. En todo este

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