Un antes y un después
9 años han pasado de aquel 11 de septiembre que cambió el rumbo de la historia del mercado aerocomercial mundial, y también de la industria turística.
Difícilmente encontremos a alguien que no recuerde qué estaba haciendo en el momento en que comenzaron a informar que un avión se había estrellado contra las Torres Gemelas.
9 años han pasado y nada ha vuelto a ser como entonces. La inseguridad del sistema quedó en evidencia de la peor manera, un avión, objeto de placer de millones de personas
se había transformado en un arma letal, que no sólo causó la muerte de miles de personas en el atentado terrorista en sí, sino que llevó al borde del colapso a importantes
compañías aéreas, modificando desde entonces toda la estructura de la industria aerocomercial.
A 9 años del 11 de septiembre la supervivencia de las compañías aéreas parece pasar por la creación de fusiones que están dando paso a mega carriers, Air France-KLM-Alitalia; Delta-Northwest; British-Iberia; Continental-United; TAM-LAN. Esto no tiene vuelta atrás.
Las medidas de seguridad en los aeropuertos no se han relajado al paso de los años, todo lo contrario, desde hace varios meses los mayores centros de distribución en el
mundo están, implementando algunos, y probando otros, scáneres corporales que prácticamente “desnudan” al escaneado para ver qué lleva entre sus ropas y sobre su cuerpo. Algunos lo consideran un atropello a la intimidad, para muchos más es una medida necesaria que brindará mayor seguridad a la aviación comercial pero que genera muchas molestias e incomodidad al pasajero. Aunque aquí se aplica la ley no escrita del mal menor en pos de un beneficio mayor.
Aunque 9 años hayan pasado del 11 de septiembre el mapa de los destinos turísticos no ha vuelto a ser el mismo en la aldea global. Desde el temor instintivo de quedarse fronteras adentro, y realizar salidas más cortas de los primeros tiempos, a comenzar a ver con agrado países menos expuestos a los odios raciales o religiosos, como los sudamericanos, el turista internacional fue cambiando sus preferencias y ampliando la malla de destinos, favoreciéndonos indirectamente. Y la intuición no fue mala consejera, basta recordar la sucesión de atentados que desde entonces pusieron al turismo en jaque: primero fueron las bombas de Bali en octubre de 2002; más tarde, el 11-M (11 de marzo de 2004) fue el turno de los trenes de cercanía de Madrid con su saldo de 191 muertos, y nos volvíamos a asombrar cuando el 7 de julio de 2005, un día después de haber sido elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2012, la cosmopolita ciudad de Londres era atacada en su sistema de transporte público con tres bombas en el Metro y una en un autobús, dejando un total de 56 personas fallecidas.
9 años han pasado y poco a poco el viajero corporativo volvió a salir al mundo, el turista de placer recuperó el deseo de recorrer Nueva York y el mundo entero, pero ya nada es igual.
Definitivamente el turismo tiene un antes y un después del 11-9.
por Manuel Sierra
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