Todavía falta algo
La presentación en sociedad de los nuevos aviones de Embraer E-190 para renovar la flota de Austral estuvo cargada de signos políticos.
Por un lado, la llegada de las nuevas aeronaves muestra una instancia de compromiso de la administración CFK con la aerolínea de bandera como hacía mucho tiempo no se veía en un gobierno argentino.
Después de su privatización, Aerolíneas Argentinas y Austral fueron un pesado lastre para los gobiernos nacionales, transformándose en motivo de conflicto latente con el gobierno español.
Aunque desde estas páginas siempre dijimos que Aerolíneas Argentinas era una empresa privada y como tal debía hacerle frente al destino que le tocara en suerte, debemos reconocer -como dijo la presidenta-, que si el gobierno nacional no tomaba la decisión de reestatizarla muy probablemente hoy el país debería estar buscando soluciones de emergencia para cubrir la conectividad aérea.
Como dijimos la semana pasada, el éxito o el fracaso de la administración Recalde en Aerolíneas depende fundamentalmente de la voluntad política, algo que quedó claramente expuesto cuando la presidente se dirigió a los representantes de los sindicatos de la compañía y les dijo “el servicio no puede ni debe ser interrumpido por ninguna causa que no sea un problema técnico” porque en su momento “uno de los principales ejes sobre los cuales pivoteó la privatización fue el déficit en la prestación del servicio. Y los efectos de la privatización en esta empresa tuvo efectos devastadores”.
Hoy existe voluntad política y un plan que comienza a ejecutarse, falta una política aerocomercial a nivel país que permita a todos los actores sentir que cuentan con las mismas armas para darle al pasajero el marco de seguridad y confianza que se merece.