Hace muchos años algunos países descubrieron que el turismo interno era una de las alternativas que más rápidamente acudía en ayuda del desarrollo de las economías regionales.
Destinos turísticos como Las Vegas o los parques Temáticos de Orlando reciben millones de turistas nacionales los 12 meses del año, cubriendo las plazas hoteleras, llenando restaurantes, utilizando toda la existencia de autos de alquiler y muchos más etcéteras.
La Argentina no fue uno de los países pioneros en creer en la fuerza de sus propios turistas. Nos costó bastante entender que sin políticas que refuercen el desarrollo de las infraestructuras básicas, y la apuesta del inversor privado para recibir al turista, no íbamos a ningún lado.
Vivimos alguna época de vacas gordas cuando los turistas internacionales venían en masa dejando sus preciadas divisas en nuestras arcas y chocamos de frente contra la pared al ver que ese recurso nos abandonaba por circunstancias propias o foráneas y la fiesta terminaba abruptamente.
Hoy no atravesamos el mejor  momento en el turismo receptivo, y el turismo interno ha sabido suplir la falta de pasajeros del exterior.
Los resultados de las vacaciones de verano y el éxito de los fines de semana largos del primer semestre de este 2014 no pueden ser más claros: el crecimiento de argentinos viajando dentro del país creció un 6% en relación al 2013, y se prevé que en estas vacaciones de invierno se movilicen un 2% más que en julio y agosto del año pasado.
Esto es turismo sustentable, y es el resultado de un cambio cultural, del reordenamiento de los feriados, de la posibilidad de repartir un presupuesto en dos o tres salidas durante el año en lugar de vacacionar una sola vez. En definitiva el ganador es el turismo de cercanías que se nutre del turista autóctono.
Sin dudas ya se ha transformado en un mantra aquello de que queremos ser un país turístico y no un pa&iac