“Hablaban en español, leían en francés y se vestían como los ingleses”.
Con estas simples palabras, años atrás, Enrique Pinti describía, en su celebre obra teatral Salsa Criolla, la enorme facilidad de los habitantes de Buenos Aires en tiempos de la Colonia para concentrar en una misma persona tres culturas europeas tan diferentes.
Casi diez años después de levantar la obra de los escenarios porteños la descripción del argentino tipo vuelve a estar vigente. No ya por la cultura adquirida de aquellos países colonizadores de antaño, sino por la versatilidad que muestra para que su economía cotidiana de bolsillo esté basada en tres parámetros tan diferentes como son los ladrillos, el dólar y el peso.
Para el habitante natural de nuestras pampas, es decir nosotros mismos, la mejor inversión son los ladrillos, porque nunca se desvalorizan. Aunque también -como resultado de los ciclos de  nuestra historia- los ahorros se deben hacer en dólares, porque así la plata mantiene su valor. Finalmente a la hora de hacer las compras nadie duda que se deban hacer en pesos, porque siempre resulta más barato, y si es en cuotas mejor.
Pero como no podemos dejar de pensar en dólares nuestra economía se traduce en un paradigma que provoca que los costos en nuestro país sean caros o baratos según desde donde se los mire.
Si bien las altas ocupaciones en casi todos los destinos nacionales nos muestran que los argentinos no han dejado de viajar por el país, para aquellos que quieren viajar al exterior los gastos de servicios se pueden pagar a un tipo de cambio del dólar oficial que mete miedo cuando comparamos los costos internos con los de algunos países bien al norte del continente.
Sin embargo y en la misma sintonía, el turista que viene a visitarnos descubre que la moneda verde -o azul- se cotiza mucho más cara en la city de lo que le dijeron en Ezeiza y consecuentemente el costo de su estadía pasa a ser mucho mas económico de lo que había pensado cuando inició su viaje. Claro que ante la ausencia de una fuente oficial que blanquee la situación y con el resurgimiento de aquellos arbolitos que supimos regar en épocas pretéritas, a veces se le complica saber cuál es el verdadero costo de una comida, una camisa o una cena show.
En el medio no se sabe muy bien cómo queda la balanza entre los de afuera y los de acá. ¿Argentina está cara para propios y barata para extraños? ¿O está cara para todo el mundo?     
Efectivamente los controles sobre la moneda dólar generan muchas versiones encontradas según el lugar en el que nos paremos, sea como empresarios o sea como simples ciudadanos. Pero Argentina siempre es así, un país donde el equilibrio nunca termina de conformar a nadie porque en realidad somos tan partidarios de los extremos que el equilibrio no existe para nosotros.
En turismo este desequilibrio también existe y nos muestra las dos caras de la moneda, y sin dudas ambas partes tienen argumentos sobrados para decir quien tiene la razón.

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