Una ola de nuevos influencers virtuales se preparar para abordar las redes sociales
Lil Miquela, más de un millón de seguidores en Instagram e influencer que había participado en campañas de marcas de primer nivel como Proenza Schouler o Balenciaga, hizo una confesión hace unos meses. Reconoció que no era humana y que en realidad era, como ella misma señalaba, "un robot".
Una startup especializada la había creado usando inteligencia artificial. Lil Miquela - que sigue superando el millón de seguidores en la red social y que cuenta ya con un perfil verificado (demostrando así que es alguien importante en la red social) - había sido hecha a medida. Tenía todos los elementos y todas las características necesarias para conectar con la audiencia y para lograr así convertirse en un personaje de referencia para ellos, aunque no tuviesen tan claro que Lil Miquela no era exactamente real y que, en cierto modo, era humo social.
Por supuesto, y aunque Lil Miquela era la más popular y la que más titulares ha protagonizado ya desde entonces, no fue la única influencer virtual (ni lo será). Entonces ya existían también Shudu (que tampoco dejaba claro que era un producto de la inteligencia artificial), Bermuda o Blawko. Algunos dejaban mucho más claro que eran irreales, otros jugaban más al despiste sobre su realidad humana (Shudu, por ejemplo, fue reinstagramada por una de las marcas con las que hacía campaña y los seguidores de la marca no fueron capaces de identificarla como un personaje).
El instagrammer virtual había nacido y estaba ya entre nosotros. Era el momento de dar la bienvenida a la era del influencer virtual y su reinado basado en la inteligencia artificial.
Por qué crearlos y por qué pagarles para que anuncien tus productos
Para los creadores de estos perfiles, su potencial estaba muy claro. Usando la inteligencia artificial y las demás novedades tecnológicas para crear su existencia y mostrarlos al mundo conseguían varios puntos que los posicionaban por encima de los humanos "de verdad". Por un lado, podían hacer un influencer completamente a medida. El personaje iba a encajar con lo que los consumidores querían y tener las características y los valores que los seguidores iban a apreciar mucho más. Se podría por ejemplo hacer una segmentación muy específica y muy efectiva simplemente estudiando al mercado y diseñando al influencer acorde a lo que se buscaba.
Además, y por otro lado, el influencer se convertía en una potencial mina de oro en la que la empresa creadora tendría todo el control y todos los beneficios. El influencer de inteligencia artificial no come, no bebe y no gasta. No hay que pagarle un salario. Solo hay que hacer caja.
Para las empresas que los contratan, el influencer virtual tiene también sus beneficios. Es poco probable que de pronto cometa un error y lastre su imagen y con ella a todos los que ha tocado, como han hecho en el pasado los influencers reales. Además, pueden ajustarse exactamente a todo lo que la marca quiere y como lo quiere. Son perfiles 'limpios' y perfiles con los que se puede hacer en cierto modo lo que se quiere.
Cierto es, eso sí, que los influencers virtuales abren muchas preguntas y muchas cuestiones, porque al fin y al cabo si los consumidores no tienen claro que no están siguiendo a un humano los puntos éticos y las fronteras entre lo correcto y lo que no se vuelve muy borrosas.
El creciente atractivo de las empresas que crean influencers virtuales
La suerte de los influencers virtuales no parece que esté llamada ni a terminarse ni a desaparecer en el futuro inmediato. De hecho, los influencers alimentados por inteligencia artificial podrían convertirse en la próxima "gran cosa" del mundo de las redes sociales. Las empresas que los están creando se están convirtiendo en una de esas del espacio startup que están en su momento de crecimiento, expansión y camino a la gloria. Como apuntan en TechCrunch, ya han capturado el interés y la atención de los inversores de capital riesgo. Brud, la empresa que creó Lil Miquela, acaba de protagonizar una ronda de inversión que la ha valorado en 125 millones.
Y Brud es en realidad simplemente la primera que abrió camino. La industria está viendo como empiezan a aparecer nuevas compañías especializadas en este terreno. El capital riesgo está invirtiendo en compañías como Shadows, SuperPlastic o Toonstar que tienen en común que ellas también están entrando en el mercado del influencer virtual. Están desarrollando sus personajes para Instagram o Snapchat. Aún no tienen a su influencer virtual, pero están en camino para lograrlo.
"Del modo en el que lo veo... un montón de todo esto acabará siendo como cualquier otro tipo de contenido de estudio", explica al medio tech un socio de una de esas firmas de inversión, señalando además que entre 2019 y 2020 "vamos a ver mucho de esto". El inversor espera, de hecho, que en estos años muchos players acaben lanzando muchos de estos personajes-influencers. Por haber ya hay quienes han empezado a crear nuevos nombres para denominar a esta nueva 'realidad' social y apuestan por synthetic reality, realidad sintética.
Como señala uno de los directivos de este tipo de compañías, las personas se han sentido cómodas siempre con personajes que no son reales. Los influencers virtuales serían simplemente un elemento más del formato.