Se calcula que por la lluvia de ceniza, arena y pequeñas piedras volcánicas, desde el día en que el volcán Puyehue-cordón Caulle entró en erupción, el 4 de junio pasado, hasta el último día de este año, Villa La Angostura dejará de percibir unos 200.000.000 de pesos.
Lo primero que se nota aquí es que las cosas no están bien, pero que evidentemente estaban muchísimo peor hace unos meses. Podría decirse que las cenizas que se ven hoy son sólo los vestigios del desastre.
No es sencillo el trazado de esta ciudad, que tiene media docena de sectores de gran atractivo pero desperdigados en un ejido sumamente extendido en una franja rodeada de montaña y lagos. En sólo dos décadas, pasó de ser un reducto exclusivo de la montaña a un destino sumamente conectado y visitado.
A simple vista, la pugna es entre los que quieren mantener el sesgo de "turismo de elite" y los que sostienen que así como está, Villa La Angostura no tiene una economía sustentable. Lo llamativo es que no siempre son posiciones enfrentadas.
Según los números que maneja la Cámara de Comercio de la ciudad, antes de la erupción había en la localidad unos 3.000 empleados de hoteles, restoranes y comercios en general. De ese total, 1.780 estaban registrados; de lo que se presume que el resto aparecía en negro.
De los 1.780 trabajadores registrados, se presentaron pedidos de asistencia en el programa nacional de Recuperación Productiva (Repro) por unos 1.000. La presunción es que el resto, esos 780, se fue de Villa La Angostura cuando la arena volcánica comenzó a hacer un colchón sobre la ciudad.
Los que desaparecieron de la misma manera de la ciudad son los enormes camiones que cruzan la cordillera para cubrir el modesto intercambio comercial entre ambos países, y los chilenos llevan mercadería al extremo austral de su país a través de la Patagonia argentina.
Ello se debe a que el paso internacional Cardenal Samoré se cerró el día de la erupción y recién se volvió a abrir hace poco más de una semana, pero sólo para vehículos pequeños y medianos hasta el 15 de septiembre, cuando está previsto que los camiones vuelvan a cruzar la ciudad.
Aquí no quieren más camiones chilenos. Más allá de las muestras de xenofobia que este asunto despierta, es evidente que esas moles sobre ruedas no deberían pasar, no ya por El Cruce (el centro comercial de la localidad), sino por esas rutas turísticas.
De todos modos, la realidad indica que el camino, el que va de la Ruta Nacional 40 hasta Villa La Angostura y comunica luego con el paso Samoré, tiene asfalto porque la decisión del gobierno nacional fue facilitar el tráfico internacional de mercadería.
A esta altura cuesta entender por qué la ciudad no cuenta ya una ruta de circunvalación, a pesar de que el proyecto ejecutivo definitivo de Vialidad Nacional tiene ya un par de años.
La Circunvalación no es, de todos modos, una solución integral para el problema porque la geografía del lugar crea cuellos de botella, como el puente sobre el río Correntoso o el pequeño espacio entre el lago Nahuel Huapi y los cerros.
El propósito que sí se cumple con la Circunvalación es sacar los camiones de buena parte de los barrios y de la avenida Arrayanes, que es el nombre que adquiere la Ruta Nacional 231 en las escasas cuatro cuadras en las que atraviesa el centro comercial.
En el resto del trayecto de la ruta, en ambas entradas a la villa, las condiciones no cambiarían con una circunvalación. Para colmo, los trazados aquí son sumamente sinuosos. Sería necesario construir rutas de dos carriles por mano, pero nadie habla de eso por ahora.
Esa imagen del cruce de rutas con el ACA de fondo es para muchos la postal de Villa La Angostura, pero la verdad es que se trata de lo que antiguamente se denominaba El Cruce, donde la ruta se bifurca: hacia el sur conduce al puerto y la península de Quetrihué, donde tuvo su origen la localidad, y hacia el noroeste sigue hacia los lagos Correntoso y Espejo, y el paso Samoré.
El tránsito de autos, más que de camiones, fue lo que transformó esas cuadras en el centro.
Lo que sí despierta resistencias unánimes es la selección de Samoré como el paso del Corredor Bioceánico. Si este tránsito de 26.000 camiones por mes se multiplicara, el futuro de Villa La Angostura estaría ante un serio problema.
El viento, la nieve o la lluvia van modificando casi a diario los paisajes. La arena y las piedritas volcánicas que a finales de agosto estaban en la playa del lago Espejo, se fueron a otro extremo cuando las ráfagas soplaron en dirección distinta. Las pequeñas acumulaciones en las calles irán desapareciendo. La clave para muchos es llegar a fin de año. Entonces, se verá.