España es un país de fiestas. Desde las fallas valencianas, los sanfermines o la Semana Santa sevillana, el catálogo de celebraciones universalmente conocidas es muy extenso. Y entre ellas, el Carnaval, desde luego, no podía faltar. Son pocas las localidades españolas que no disfrutan de la celebración carnavalesca; sin embargo, hay dos que sobresalen, y que han alcanzado una merecida fama internacional: los de Cádiz y Santa Cruz de Tenerife.
La de Santa Cruz de Tenerife es, sin duda, la más brasileña de cuantas fiestas de carnaval se celebran en España. Durante una semana las calles de la capital tinerfeña se inundan de gentes llegadas de todo el mundo, de música, de color, de alegría y de imaginación, hasta configurar una densidad festiva difícil de describir. El carnaval isleño, que ha logrado convertirse en uno de los más grandes del mundo, es una explosión incontrolada de alegría y de libertad que ha sabido aglutinar perfectamente la esencia de esta fiesta universal: por unos días no hay límites, la única regla es el desenfreno, desaparecen los tabúes y las normas, y la libertad, la más completa expresión de la libertad, es lo que mejor define al Carnaval de Santa Cruz.
Los tinerfeños preparan con ilusión durante varios meses las carrozas que recorrerán las calles de la ciudad. Invierten en ello una desbordante imaginación y un contagioso buen humor. Ensayan los cantos, las músicas y componen parodias sobre la actualidad política o sobre los famosos.

Carnaval de Cádiz
Aunque la esencia es la misma y la alegría es el denominador común, el Carnaval de Cádiz tiene algunos aspectos ciertamente originales, que le otorgan una personalidad indiscutible. También aquí la fiesta tiene antes un largo prólogo, un periodo de más de un mes, que se inicia con la Erizada, una degustación popular de este molusco, y sigue con el concurso de coros, comparsas y chirigotas que se celebra en el Teatro Falla, y que constituye uno de los actos más característicos del carnaval gaditano. Las chirigotas, comparsas, coros y cuartetos son las agrupaciones carnavaleras que compiten en el teatro por elaborar la puesta en escena, tanto visual como musical, más original y divertida.
Y tras el famoso concurso, todo sale a la calle de forma explosiva, como si el teatro fuere el último reducto de contención de la alegría. Los distintos grupos recorren las calles del casco histórico de la ciudad cantando las coplillas, los tangos, los cuplés, los popurrís o los pasodobles que ellos mismos han creado, y que tienen siempre un punzante contenido de sátira política y social o de erotismo, indisociable al ingenio humorístico tan propio del carácter andaluz.
Pero en la fiesta no sólo participan los grupos organizados, sino la ciudad entera, un público que crea una tumultuosa atmósfera de alegría y de colorido, una atmósfera de completa y libre comunicación. La culminación escénica y vital de la fiesta tiene lugar durante la gran cabalgata del domingo de Piñata, una noche jubilosa en que el delirio colectivo alcanza su más festiva, alegre y colori