Cuando el ferrocarril llegó a Córdoba, a partir de finales del siglo XIX, la ciudad empezó a cambiar su fisonomía. Así surgió el bulevar del Gran Capitán, una amplia avenida que conectaba la antigua estación con el centro urbano. En este paseo se abrieron hoteles, palacetes, teatros y terrazas y la sociedad del momento caminaba o se sentaba en cafés ante el ruido de carruajes, abanicos y murmullos.

París estaba de moda, al tiempo que irrumpía en Europa el estilo modernista a través de los ambientes artísticos de las exposiciones universales. La arquitectura del hierro triunfaba combinándose con materiales artesanales como el yeso, el vidrio y la cerámica. Llegaban a España aires florales, acuáticos y formas ondulantes, así como nuevos diseños de fachadas y muebles.
En Córdoba, el modernismo, inspirado en Cataluña y Francia, casi pasó de largo, pero se dejó sentir superficialmente en algunos edificios cuya ornamentación reproducía los motivos que penetraban a través de las revistas parisinas. Precisamente en lo que fue aquel viejo bulevar, en el tramo de la Avenida del Gran Capitán, perviven dos interesantes edificios a modo de evocadores cafés.
Atrio Café ocupa el patio del Colegio de Arquitectos, un palacete modernista levantado por Adolfo Castiñeyra y Boloix en 1907 para un magistrado. Castiñeyra fue el introductor del art nouveau en Córdoba a través no solo de esta obra, una de las más consagradas, sino también de otros edificios y del mobiliario diseñado para tabernas, boticas y tiendas de ultramarinos.
La reja del patio es un bello alarde de motivos florales, así como la escalera roscada de acceso al Colegio. El inmueble conserva bien casi toda su estructura originaria, además de frescos y parte de sus muebles. Desde 2011, Atrio Café abrió sus puertas con un diseño clásico y un horario ininterrumpido tanto por la mañana como para el ocio nocturno.
A pocos metros del palacete se halla Café Gaudí, que cumple 25 años. Sus dueños adquirieron la planta baja de otro edificio modernista en estado casi de abandono. La cafetería mantiene los mismos suportes de fundición y los aires de la 'Belle Époque' se aprecian en el diseño a pesar de ciertos guiños de cervecería alemana.
Gaudí ha renovado la decoración modernista y sigue manteniendo el modelo de terraza-marquesina, hoy habitual pero impensable hace más de dos décadas, donde primaban sombrillas y asientos metálicos. En una ciudad donde los 80 estaban marcados por una hostelería de taberna tradicional y cocina familiar cordobesa, sus propietarios introdujeron el consumo de conservas, chacinas, canapés y pintxos, a los que estamos hoy tan acostumbrados.
Ciertamente, por la Avenida del Gran Capitán ya no pasean señores y señoras con sombrilla y grandes sombreros. Tampoco podrán verse espectáculos de varietés, acróbatas, ilusionistas, ni se escuchará el ruido de diligencias o de viejos claxons. Pero al menos, si le echamos una ojeada a algunos detalles de estos dos establecimientos, con imaginación podríamos emprender un viaje a aquella Córdoba de entre dos siglos.

Fuente