Dos millones de turistas por año llegan a la bella isla de Santorini en el Mar Egeo y sus habitantes quieren ponerle un freno a esta invasión moderna.

Indudablemente la isla de Santorini es una perla de Grecia flotando en el Mar Egeo que se ganó el afecto de millones de visitantes a lo largo de los años, y que llegan hasta ella, especialmente durante los meses de verano, atraídos por su mar azul, la geografía circundante y el estilo de vida de los isleños.

Pero ahora quieren ponerle un techo a las visitas anuales, emulando en cierta manera a las islas Baleares.

Atascos permanentes en caminos donde los coches se entremezclan con motos, camiones y hasta mulas; problemas en el abastecimiento de agua potable o de electricidad, así como en la gestión de los residuos son algunos de los síntomas de la saturación que padece esta isla desde hace años. Santorini no ha podido hacer frente al crecimiento de habitantes permanentes -desde 6.200 en 1971 hasta 25.000 en la actualidad- y a la llegada de unos dos millones de turistas anuales.

Todo eso llevó al alcalde de la isla, Anastasios Sorsos, a diseñar un programa paulatino para poner un límite a los amarres diarios de cruceros. Además, pide al Ministerio de Turismo que declare Santorini turísticamente saturada y al Ministerio de Medio Ambiente a prohibir construcciones fuera de las poblaciones. El alcalde hizo la primera petición en 2015, y no ha recibido respuesta.

En caso de una respuesta positiva, podría limitar las capacidades hoteleras -a su juicio los dos millones anuales de visitas son el máximo soportable- y evitar que surjan nuevas empresas que ofrecen servicios al turista.

Una de las primeras medidas ha sido limitar el número de cruceros diarios que pueden amarrar en la isla y que estará plenamente operativa en 2019. El objetivo es limitar a 8.000 las llegadas diarias de cruceristas -en la temporada alta alcanzan los 18.000-. Esto significa reducir a cuatro cruceos al día en lugar de los siete u ocho que llegan actualmente.

Competencia desleal a la griega

El presidente de la Asociación de Hoteleros de Santorini, Manolis Karamolengos, se muestra escéptico frente a la posibilidad de declarar la isla turísticamente saturada, aunque reconoce que hay problemas que resolver. “El tema no se limita a las plazas turísticas. Es también un problema de infraestructuras” y de poner freno a los alquileres privados de las plataformas electrónicas.

Plataformas como Airbnb están empezando a causar estragos en Santorini, añadiendo 15.000 plazas turísticas de pisos que eran utilizados por médicos, maestros, o incluso sus empleados. Otro problema, dice, es la falta de personal en los servicios municipales, lo que va en detrimento de un turismo de calidad.