La alta contaminación de Londres condena a la desaparición a los clásicos autobuses rojos. Estos vehículos no podrá circular por el distrito de Westminster, en el corazón comercial y turístico de la capital británica, una medida que forma parte de diversas acciones para mejorar la calidad del aire en la ciudad.

Es cierto que el número de buses rojos de dos plantas había disminuido en las últimas décadas, pero los sobrevivientes eran un reclamo habitual de los turistas que aprovechaban para subir y realizar algunas fotografías, aún a costa de la incomodidad de sus asientos.

La ciudad tiene unos niveles de emisiones comparables a los de las ciudades más pobladas de China o India, y cada año miles de niños mueren de enfermedades prematuras relacionadas con la polución. El Ayuntamiento aspira que para el 2041 el 80% de los traslados en Londres sean a pie, en bicicleta o en transporte público.